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Asiáticos y Isleños del Pacífico

¿Qué necesitan los asiáticos e isleños del Pacífico para prevenir el VIH?

revisado 12/07

¿corren riesgo los AIP?

Los asiáticos e isleños del Pacífico (AIP) son una de las poblaciones de minorías étnicas de mayor crecimiento en los Estados Unidos.1 Se calcula que para el año 2050 este grupo alcanzará 34 millones personas y representará el 8% de la población total de EE.UU.1,2 Los asiáticos y los isleños del Pacífico tienen una diversidad considerable que abarca 49 grupos étnicos, más de 100 idiomas y personas de origen chino, filipino, coreano, hawaiano, indio-asiático, japonés, samoano, vietnamita y otros. La mayoría vive en metrópolis grandes como Honolulu, HI; San Francisco, CA; Nueva York, NY y Los Ángeles, CA.2 Entre el 2001 y el 2004 los AIP componían menos del 1% de los casos de VIH/SIDA en EE.UU., pero también tenían el mayor porcentaje del incremento anual en las tasas de diagnóstico frente a todos los otros grupos étnicos/raciales (el 8.1% para hombres y el 14.3% para mujeres).3 Cuando grupos poblacionales como los AIP muestran una prevalencia baja (cifras totales) pero grandes incrementos en la incidencia (casos nuevos), se precisan esfuerzos de prevención para limitar futuros casos de VIH/SIDA. El subregistro de casos y la falta de una vigilancia detallada del VIH ocultan la naturaleza auténtica de la epidemia entre los AIP. Un estudio encontró que el subregistro de casos de SIDA entre AIP puede alcanzar el 33 %4. Esto podría deberse en parte al registro erróneo de raza y origen étnico en los expedientes médicos, que son la fuente de datos para el reporte de registro de casos.2,5 Por ejemplo, las personas con apellido hispano, como los filipinos, pueden ser registradas por error como latinas. La falta de detalles demográficos sobre el grupo étnico específico y lugar de nacimiento también impide el rastreo de diferencias entre subgrupos de AIP con respecto a la epidemia del SIDA y dificulta la creación de medidas de salud pública para etnias específicas.2

¿quiénes son los AIP que corren riesgo?

La transmisión del VIH entre los AIP masculinos se da principalmente entre hombres que tienen sexo con hombres (HSH), seguidos por hombres que tienen contacto heterosexual de alto riesgo o que se inyectan drogas (UDI). En 2005, el 71% de los casos de SIDA entre los AIP hasta esa fecha se debió a la transmisión entre HSH.6 Entre las mujeres AIP, la transmisión ocurre mayormente entre mujeres que tienen coito con un hombre que tiene mayor riesgo, seguido por mujeres UDI.6 Aunque los HSH AIP son los más afectados por el VIH/SIDA, los diagnósticos entre mujeres AIP han aumentado (14.3%)3. El CDC no tiene una categoría para mujeres transgéneras (nacidos hombres pero que se consideran y viven como mujeres), sin embargo un estudio en San Francisco, CA indicó una prevalencia de VIH del 13% entre las mujeres transgéneras AIP.7

¿qué pone a los AIP en riesgo?

Entre los HSH AIP, la discriminación social y la falta del apoyo familiar, de sus semejantes y comunitario con respecto a la diversidad sexual y racial puede perjudicar la auto estima y la auto identidad positivas, lo cual aumenta el riesgo de contraer el VIH.8 En un estudio, el 57% de los hombres AIP gay en San Francisco, CA, consumieron alcohol antes del sexo anal; el 24% reportó practicarlo sin protección. Sin embargo, el 85% creía tener pocas posibilidades de contraer el VIH.9 Pocos AIP se hacen la prueba del VIH en contraste con el resto de la población de EE.UU., aunque reportan tasas similares de conductas de riesgo2 y con frecuencia demoran en buscar servicios de VIH. En un estudio entre jóvenes HSH AIP en San Francisco, CA, el 24.4 % de los participantes nunca se había hecho la prueba del VIH anteriormente. Además, el 2.6 % resultó VIH+; de este grupo el 61.5 % no sabía que era VIH positivo y el 38.5 % reportó un acto sexual reciente sin protección.10 Los AIP VIH+ que todavía no se han hecho la prueba son más propensos a actos riesgosos y a infectar a otros sin saberlo.11 Aquellos que demoran en atenderse corren un mayor riesgo de tener el SIDA avanzado en el momento del diagnóstico y de adquirir una coinfección como la hepatitis B, la tuberculosis y la PCP.5,12 Las inmigrantes AIP que trabajan en casas de masaje muchas veces realizan actividades que las exponen al VIH. Sin embargo, para muchas de ellas la sobrevivencia diaria tiene prioridad sobre la prevención del VIH. Los problemas relacionados con la policía, el trabajo sexual, la situación migratoria, la planificación familiar, el idioma y la falta de uso de condones en los centros de masaje son todos factores de riesgo para esta población.13

¿cuáles son los obstáculos?

A pesar del estereotipo de los AIP como “minoría étnica modelo”, el 17% no tiene seguro médico y no puede recibir tratamiento y otros servicios de salud adecuados.14 Debido a los escasos datos sobre la salud y los riesgos conductuales de los AIP, muchos recursos se destinan a otros grupos sin evaluar o reconocer las necesidades de los AIP.14 La norma cultural de evitar temas como la actividad sexual, la enfermedad y la muerte plantea barreras a la prevención del VIH, genera estigmas y perjudica la salud psicológica y mental de los AIP que viven con esta enfermedad.15 El 40% de los AIP habla poco o nada de inglés14 y pocos programas de intervención reflejan la diversidad cultural y lingüística de esta población. Un estudio encontró que el idioma es el obstáculo más común al acceso a servicios médicos para los AIP con VIH/SIDA.12

¿qué se está haciendo al respecto?

Existen muchos programas nacionales y locales que brindan servicios y orientación sobre la prevención del VIH para AIP.16 Otros ofrecen desarrollo de capacidades y asistencia técnica para organizaciones que los atienden.17 Por ejemplo: La Asian and Pacific Islander Coalition on HIV/AIDS (AIPCHA) desarrolló Project Bridges, una intervención comunitaria para reducir las disparidades de atención para AIP VIH+ en Nueva York. Formó enlaces con proveedores médicos y brindó manejo de casos, promoción de derechos y capacitación sobre la competencia cultural para los proveedores. Se logró aumentar la utilización de servicios y reducir las barreras a servicios para los participantes que tenían un idioma asiático como lengua principal, los que no hablaban inglés y los indocumentados.12 Life Foundation, en Honolulu, HI, ha ofrecido programas comunitarios para HSH y transgéneros de las islas del Pacífico desde 1999. “UTOPIA Hawai’i” está basado en el modelo Mpowerment y ha logrado grandes éxitos en alcanzar a isleños del Pacífico que nunca habían utilizado servicios de VIH anteriormente.18 El Health Project for Asian Women (HPAW) para las trabajadoras sexuales asiáticas de casas de masaje en San Francisco, CA, brindó dos intervenciones: una orientó a los dueños de estos negocios y otra informó a las masajistas sobre temas de salud. El personal del HPAW acompañó a las masajistas a clínicas médicas, repartió materiales para una práctica sexual más segura, y les ofreció servicios de interpretación, remisiones y promoción de derechos. Las masajistas recibieron tres sesiones de consejería y los dueños asistieron a una sesión informativa.13 El Asian & Pacific Islander Wellness Center realizó una campaña anti estigma sobre el VIH. La campaña se destinó a las comunidades chinas de San Francisco, CA por medio de carteles en las paradas de autobús, anuncios en los periódicos y un documental con la participación de dirigentes comunitarios locales, personas VIH+ y sus familias. También lideró el Día Nacional AIP para la Concienciación del VIH/SIDA, en el que organizó más de 15 eventos a lo largo de EE.UU. para aumentar la aceptación del VIH/SIDA entre familias y comunidades AIP.19

¿qué queda por hacer?

Tenemos una oportunidad de oro para mantener bajas las cifras de VIH entre los AIP, pero podríamos perderla pronto, pues tienen el mayor aumento en las tasas de diagnóstico de VIH/SIDA que cualquier otro grupo racial en EE.UU. Los programas de prevención del VIH para AIP deben centrarse en las personas que corren mayor riesgo: HSH, mujeres, transgéneros y consumidores de drogas. Los programas pueden ayudar a los AIP a crear y fortalecer sistemas de apoyo y enfocar la prevención y la atención médica, como pruebas para detectar el VIH, la hepatitis B y la tuberculosis. Se necesita diseñar y evaluar más programas que se ajusten mejor a los aspectos culturales y lingüísticos de los AIP. Para combatir el estigma en torno al VIH, a la homosexualidad, al trabajo sexual y al consumo de drogas se necesitan campañas informativas que profundicen el diálogo sobre la prevención de VIH/SIDA y la aceptación de los AIP VIH+. El trabajo conjunto entre los formuladores de políticas y nuevos colaboradores, como lo son ahora las organizaciones religiosas, puede reducir el estigma entre los AIP. Dada la enorme diversidad entre los AIP radicados en EE.UU., es importante mejorar los sistemas de vigilancia y la calidad de los datos recogidos, registrando siempre el origen étnico y el lugar de nacimiento de cada subgrupo.3 Se necesitan investigaciones sobre el VIH y las coinfecciones (la hepatitis B y la tuberculosis) y sobre la relación entre la aculturación y el VIH.


¿Quién lo dice?

1. Choi KH, Wong F, Sy FS. HIV/ AIDS among Asians and Pacific Islanders in the United States. AIDS Education and Prevention. 2005;17:iii-v. 2. Zaidi IF, Crepaz N, Song R, et al. Epidemiology of HIV/AIDS Among Asians and Pacific Islanders in the United States. AIDS Education and Prevention. 2005;17:405-417. 3. Racial/ethnic disparities in diagnoses of HIV/AIDS33 states, 2001-2004. Morbidity and Mortality Weekly Report. 2006;55:121-125. 4. Kelly JJ, Chu SY, Diaz T, et al. Race/ethnicity misclassification of persons reported with AIDS. Ethnicity & Health. 1996;1:87-94. 5. Wortley PM, Metler RP, Hu DJ, et al. AIDS among Asians and Pacific Islanders in the United States. American Journal of Preventative Medicine. 2000;18:208-214. 6. Cases of HIV infection and AIDS in the United States and dependent areas, 2005. HIV/AIDS Surveillance Report. 2006;17:37. 7. Operario D, Nemoto T. Sexual risk behavior and substance use among a sample of Asian Pacific Islander transgendered women. AIDS Education and Prevention. 2005;17:430-443. 8. Wilson PA, Yoshikawa H. Experiences of and responses to social discrimination among Asian and Pacific Islander gay men: Their relationship to HIV risk. AIDS Education and Prevention. 2004;16:68-83. 9. Choi KH, Operario D, Gregorich SE, et al. Substance use, substance choice, and unprotected anal intercourse among young Asian American and Pacific Islander men who have sex with men. AIDS Education and Prevention. 2005;17:418-429. 10. Do TD, Chen S, McFarland W, et al. HIV testing patterns and unrecognized HIV infection among young Asian and Pacific Islander men who have sex with men in San Francisco. AIDS Education and Prevention. 2005;17:540-554. 11. Wong F, Campsmith ML, Nakamura GV, et al. HIV testing and awareness of care-related services among a group of HIV-positive Asian Americans and Pacific Islanders in the United States: Findings from a supplemental HIV/AIDS surveillance project. AIDS Education and Prevention. 2004;16:440-447. 12. Chin JJ, Kang E, Haejin Kim J, et al. Serving Asians and Pacific Islanders with HIV/AIDS: Challenges and lessons learned. Journal of Health Care for the Poor and Underserved. 2006;17:910-927. 13. Nemoto T, Iwamoto M, Oh HJ, et al. Risk behaviors among Asian women who work at massage parlors in San Francisco: Perspectives from masseuses and owners/managers. AIDS Education and Prevention. 2005;17:444-456. 14. Ghosh C. Healthy People 2010 and Asian Americans/Pacific Islanders: Defining a baseline of information. American Journal of Public Health. 2003;93:2093-2098. 15. Kang E, Rapkin BD, Remien RH, et al. Multiple dimensions of HIV stigma and psychological distress among Asians and Pacific Islanders living with HIV illness.AIDS and Behavior. 2005;9:145-154. 16. API Capacity Building programs 17. Takahashi LM, Candelario J, Young T, et al. Building capacity for HIV/AIDS prevention among Asian and Pacific Islander organizations: The experience of a culturally appropriate capacity-building program in southern California. Journal of Public Health Management and Practice. 2007:S55-S63. 18. Utopia Hawai’i 19. Campaña anti estigma sobre el VIH


Preparado por Roshan Rahnama, Nina Agbayani, Stacy Lavilla,* John Chin, PhD** *Association of Asian Pacific Community Health Organizations (AAPCHO), **NY Academy of Medicine Traducción: Rocky Schnaath Diciembre 2007. Hoja de Dato #33SR

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Sordos

¿Qué necesítan los sordos en la prevención del VIH?

¿están a riesgo de contraer el VIH?

Si. Se estima que en los EEUU existen de 7,000 a 26,000 personas carentes del sentido auditivo infectadas con el VIH.1 Sin embargo, los Centros para el Control de Enfermedades (CDC por sus siglas en Inglés) actualmente no recopilan información acerca de los que padecen de sordera y VIH o SIDA. Maryland fue el primer estado en incluir preguntas relacionadas con el sentido auditivo en el área de consejería y al realizar pruebas de detección. En Maryland, el 4.3% de la población sorda padecen de la infección con VIH.2 Existen cerca de dos millones de personas que no pueden oir, y una de cada 10 Norteamericanos padecen de problemas auditivos. Las personas que carecen del sentido auditivo han luchado por mucho tiempo por obtener igualdad en acceso a servicios sociales y médicos, educación y empleos. Actualmente en los EEUU, existe poca información sobre VIH y sordera, pocos servicios de prevención o tratamiento, y escasa investigación para los sordos.3

¿cuáles son los factores de riesgo?

Existen altos índices de abuso de substancias en la communidad sorda. Una de cada siete personas (1 de 7) que no oyen tiene una historia de abuso de sustancias versus una de cada diez (1 de 10) reportada por la población sin problemas auditivos.3 El abuso de las sustancias puede ser un factor de riesgo para contraer el VIH ya que reduce la inhibición y altera el juicio, lo cual puede conducir a conductas sexuales poco seguras. Compartir el equipo de inyección es otro de los riesgos de transmisión del VIH. Existe muy poca educación sobre el VIH o sobre sexualidad en las escuelas para sordos, especialmente en escuelas para adolescentes. Debido a esto, las personas sordas poseen un menor conocimiento y están menos concientes de los riesgos de transmisión del VIH, tratamiento y prevención. Si los niños sordos no aprenden sobre el VIH u otras enfermedades de transmisión sexual, no van a tener el vocabulario adecuado para hablar del tema entre ellos. Un estudio entre estudiantes de una escuela para sordos descubrió que los adolescentes del 9 al 12 grado tenían un conocimiento extremadamente limitado sobre el SIDA. Los estudiantes solamente acertaron 8 de la 35 preguntas básicas sobre SIDA.4 Los hombres sordos que tienen sexo con hombres pueden sufrir discriminación dentro de la comunidad de sordos. Por este motivo, los hombres sordos que tienen sexo con hombres esconden a menudo su identidad y pueden llegar a presentar comportamientos sexuales furtivos, anónimos y de mucho riesgo. Muchos hombres sordos que tienen sexo con hombres también desean tener relaciones con hombres no sordos, lo cual dificulta aún mas la comunicación sobre la práctica segura del sexo.3 Se ha descubierto que los niños discapacitados, incluyendo a niños sordos, están a mayor riesgo de sufrir abuso sexual tanto en la escuela como en el hogar. En un estudio a niños sordos y no sordos de un instituto de lenguaje se descubrió que el 54% de los varones sordos reportó abuso, comparado con el 10% reportado por los no-sordos. Las niñas sordas reportaron índices de abuso del 50% comparado con el 25% reportado por las niñas no sordas. El abuso sexual a temprana edad es un fuerte indicador de los comportamientos sexuales de alto riesgo, del abuso de sustancias, e infección con VIH en la edad adulta.6

¿cuáles son las barreras en la prevención?

Para la mayoría de las personas sordas en los EEUU, el Lenguaje Americano de Signos (ASL) es su primer idioma, Inglés o Español el segundo. El ASL es un lenguaje complejo de gestos y señales con su propia gramática y sintaxis. La única forma de comunicarse en ASL es cara a cara. El material escrito sobre VIH en ASL Gráfico disponible es escaso. Aunque algunas personas sordas pueden leer material escrito tales como los panfletos utilizados en la prevención del VIH, para algunas personas sordas con un nivel de Inglés o Español limitado, estos panfletos son ineficaces.7 La comunidad sorda es un grupo muy unido, esto a veces significa que así como se recibe un fuerte apoyo a veces lo que se recibe es una fuerte condena. La privacidad es muy importante en esta comunidad donde las noticias vuelan muy rápido. Muchas personas sordas prefieren ir solas a hacerse la prueba de detección del VIH y a recibir consejería totalmente oral ya que traer a un intérprete o ir a una clínica para sordos pone a riesgo su privacidad aunque también a la misma vez exponen la comunicación y la comprensión.8 El hacerse la prueba usando un equipo casero de detección del VIH tampoco ofrece la solución al problema de la privacidad ya que estas personas necesitan a un intérprete por medio del teléfono o a través de un intermediario para conocer los resultados.

¿qué puede ayudar en la prevención?

Conocer las áreas mas fuertes de esta comunidad puede ser muy útil en los esfuerzos de prevención. El hecho de que esta comunidad sea tan unida significa que existe un mayor grado de intimidad física y emociónal. La naturaleza visual del ASL requiere tratar temas como el sexo y el uso de las drogas abiertamente y con mucha franqueza. Cuando estos temas salen a la luz, las personas sordas a menudo se sienten mas cómodas al hablar del los temas, logrando al unísono un mayor entendimiento y una mejor negociación en cuanto al comportamiento seguro.8 Las instituciones para sordos deben tratar temas que tradicionalmente han estado tapados o que han sido tabú en esta comunidad, tales como el abuso de la drogas y el alcohol, el abuso sexual a temprana edad y la homofobia. En 1998, la Línea Nacional del SIDA del CDC envió más de un millar de cartas a escuelas estatales para sordos ofreciendo programas educacionales sobre SIDA para estudiantes sordos o con problemas auditivos. De éstas solamente 3 escuelas respondieron.:7

¿qué se está haciendo?

Un programa creado por el Centro de Salud Mental de la Universidad Gallaudet ofrece entrenamiento sobre VIH/SIDA a profesionales de salud mental que trabajan con la comunidad sorda, utilizando videos con subtítulos o leyendas, dibujos, actividades de grupo y modelos sobre como el VIH se adhiere a las células.9 En París, Francia, la Unidad Móvil de Prevención de SIDA (EMIPS) utilizó una variedad de programas para llevar el mensaje a los adolescentes sordos dentro y fuera de las escuelas para sordos. Un joven educador sordo visitó escuelas para sordos y presentó una intervención en lenguaje por señas. El programa creó varias anuncios públicos exponiendo las falsas creencias del riesgo que envuelve al VIH. El programa también abrió una clínica que no requiere de cita previa en la que el Doctor(a) se comunica por medio del lenguaje por señas. Sin embargo, la clínica no estuvo muy concurrida ya que estaba demasiado identificada con el SIDA. Cuando el programa abrió un centro de detección de VIH dentro de una clínica general se obtuvo mayor éxito.10 En Minnesota, el programa para personas que carecen o tienen dificultades auditivas que dependen de sustancias químicas y otras drogas ofrecen tratamiento para los adictos al alcohol y otras drogas en los EEUU y Canadá. El personal está capacitado específicamente para tratar a personas con problemas auditivos parcial o total y en tratar el abuso de sustancias, además, han desarrollado métodos terapeúticos sin problemas de comunicación. Por otra parte, el programa ofrece entrenamiento a estudiantes y profesionales que trabajan con personas sordas, tienen además un centro de recursos para diseminar material y proveen fondos para intérpretes que asisten a reuniones de AA/NA (Alcohólicos Anónimos/Narcóticos Anónimos).11

¿qué queda por hacer?

Crear material educativo y buscar la forma de llegar a esta comunidad, no solo alrededor del tema del VIH o del SIDA también sobre temas tan amplios como la salud sexual y el uso de sustancias psicotrópicas. Las escuelas para sordos necesitan ofrecer educación sobre sexualidad y sobre el uso de sustancias y proveer consejería a niños y adolescentes que hayan experimentado abuso. Los programas para sordos deben tratar temas específicos de esta comunidad, tales como negociar el sexo seguro con una pareja no sorda, abogar por los servicios del cuidado de salud y derribar las barreras que impiden tratar el problema del abuso sexual y abuso de drogas. Los programas de prevención de VIH para personas sordas deben ser lo mas claro y visuales posibles. Los programas no deben ser diseñados a manera de presentación sólamente, deben además dedicar mayor tiempo a debatir el tema, incorporar actividades físicas, fotos, muñecos, manuales gráficos en ASL y videos con subtítulos.12 Para poder llegar a las comunidades de sordos tanto investigadores como proveedores de servicios deben aprovechar los avances tecnológicos tales como los videos interactivos y la internet.13 Si bien es cierto que ya se han hecho esfuerzos a todo nivel para educar a la comunidad sorda sobre el tema del VIH/SIDA, todavía existen discrepancias sobre el tipo de información crucial que debe recibir la población que realmente lo necesita. Cada estado al igual que el CDC necesita añadir preguntas sobre discapacidades al recaudar datos estadísticos para poder determinar el alcance de la epidemia en la población sorda. Se necesitan más programas que ayuden a desarrollar un mayor conocimiento y disipar los mitos acerca de la transmisión del VIH y las conductas de riesgo de las personas sordas. Los pocos programas populares que existen deben ser evaluados y replicados en toda la nación.


¿quién lo dice?

1. Friess S. Silence = Deaf . Poz Magazine. April 1998. p.60-63. 2. Personal communication. Department of Health and Mental Hygiene, State of Maryland. 1999. 3. Peinkoffer JR. HIV education for the deaf, a vulnerable minority . Public Health Reports. 1994;109:390-396. 4. Baker-Duncan N, Dancer J, Gentry B, et al. Deaf adolescents’ knowledge of AIDS. Grade and gender effects . American Annals of the Deaf. 1997;142:368-372. 5. Sullivan PM, Vernon M, Scanlan JH. Sexual abuse of deaf youth . American Annals of the Deaf. 1987;132:256-262. 6. Johnsen L, Harlow L. Childhood sexual abuse linked with adult substance use, victimization, and AIDS-risk . AIDS Education and Prevention. 1996;80:44-57. 7. Campbell D. AIDS and the deaf community. ADVANCE for Speech-Language Pathologists & Audiologists. April 26, 1999; p.10-11. 8. Morrone JJ. Peer education and the deaf community. Journal of American College Health. 1993;41:264-266. 9. Sleek S. HIV/AIDS education efforts have missed deaf community. American Psychological Association Monitor. 1999. 10. Grivois L, Houette A. Outreach programs towards deaf people targeting prevention of AIDS. Presented at the 11th International Conference on AIDS, Vancouver, Canada. June 1996. Abst. #MoD240. 11. Program celebrates ten years. Steps to Recovery. Published by the Minnesota Chemical Dependency Program for Deaf and Hard of Hearing Individuals. Spring/Summer 1999. 12. Gaskins S. Special population: HIV/AIDS among the deaf and hard of hearing. Journal of the Association of Nurses in AIDS Care. 1999;10:75-78. 13. Lipton DS, Goldstein M, Wellington Fahnbulleh F, et al. The interactive video-questionnaire: a new technology for interviewing deaf persons . American Annals of the Deaf. 1999;141:370-378.

Recursos:

Línea Nacional del SIDA de los CDC, Servicio Para Sordos Y Personas Con Dificultad En Oír American Sexual Health Association https://www.ashasexualhealth.org/ 


PREPARADO POR BRYAN DETERMAN** NATASHA KORDUS** Y PAMELA DECARLO*** *CLINICA MONTROSE, HOUSTON, TX, **ESCUELA PARA SORDOS DE CALIFORNIA,***CAPS Agosto 2000. Hoja Informativa 36S.

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Desamparados

¿Qué necesitan los desamparados para evitar el VIH?

revisado 9/05

¿quiénes son los desamparados?

El desamparo es un problema creciente en EE.UU. donde cada día más de 800,000 personas están sin hogar. Entre 2.3 y 3.5 millones de individuos se encuentran desamparados en algún momento del año.2 Según el informe sobre el desamparo preparado en el 2004 por los alcaldes estadounidenses, el 70% de las ciudades encuestadas habían registrado un aumento en el número de solicitudes de albergue de emergencia durante el año previo.2 La población de desamparados en EE.UU. se divide normalmente en tres grupos: adultos solteros, familias y jóvenes. Se calcula que los adultos solteros componen el 54% de esta población, las familias el 40% y los jóvenes no acompañados un 5%.

¿existe una prevalencia alta de VIH en las poblaciones desamparadas?

Los desamparados tienen peor salud y mayor mortalidad que la población en general.3 La prevalencia del VIH/SIDA varía mucho entre los subgrupos de personas sin hogar, pero por lo general excede a la de quienes cuentan con vivienda. La elevada prevalencia de infección, el acceso limitado a tratamiento y las pobres condiciones de vida han contribuido a que el VIH/SIDA ya sea una principal causa de muerte en esta población.4 Un estudio en San Francisco, CA reportó una prevalencia total del VIH del 10.5% entre adultos actualmente desamparados o con vivienda marginal, una tasa cinco veces mayor que la de la población general de San Francisco. El mismo estudio encontró una prevalencia del VIH del 30% entre los hombres desamparados que tienen sexo con otros hombres (HSH) y del 8% entre los desamparados usuarios de drogas inyectables (UDI).5 La relación entre el desamparo y el VIH parece ser un camino de doble sentido. Las personas VIH+ corren mayor riesgo de convertirse en desamparados debido a la discriminación y al alto costo de la vivienda y de la atención médica. Al mismo tiempo, los desamparados corren más riesgo de contraer el VIH.

¿cuáles son los riesgos para una persona desamparada?

Los desamparados viven en situaciones transitorias, por lo general en comunidades pobres con una alta prevalencia del VIH. Por lo tanto, si participan en conductas riesgosas la probabilidad de resultar infectado es mayor. Los desamparados también están más afectados por problemas relacionados con las drogas, el alcohol y la salud mental que el resto de la población. Según un cálculo realizado en el año 2000, el 88% de los hombres solteros desamparados y el 69% de las solteras desamparadas tenía uno de estos tres trastornos.6 Casi un cuarto de toda la población adulta de solteros desamparados padece de enfermedad mental grave y persistente.1 La impulsividad y la imprudencia que muchas veces se asocian con la enfermedad mental grave o con el abuso de drogas y alcohol contribuyen a conductas riesgosas tales como el contacto sexual sin protección y con múltiples parejas, el uso compartido de jeringas o el intercambio de sexo por drogas. Las condiciones del desamparo y de la pobreza extrema también favorecen las conductas riesgosas. Por ejemplo, la mayoría de los albergues tienen áreas comunales para dormir y bañarse son exclusivamente para hombres o para mujeres y ofrecen poca privacidad. Estas restricciones impiden las relaciones sexuales estables. Otras características comunes entre los desamparados y que están asociadas con las conductas de riesgo del VIH incluyen: experiencias adversas en la niñez tales como abuso físico y sexual,1,7 acoso sexual, violencia por parte de la pareja y otros historiales traumáticos, así como la falta de apoyo social.8

¿cuáles son los obstáculos?

Una concepción falsa es que el mayor obstáculo en la prestación de servicios de prevención es el de localizar a los desamparados. En realidad, muchos de ellos son visibles por trabajar o vivir en la calle o son fáciles de encontrar en los albergues. Al formar relaciones de confianza, visitarlos continuamente durante un tiempo y aprovechar las redes sociales existentes, es posible encontrar y retener a los desamparados para atenderlos y darles seguimiento. En un programa de pruebas del VIH para desamparados con enfermedad mental grave, el 90% de los que se hicieron la prueba regresaron por los resultados.:9 Las barreras y entornos institucionales pueden restringir las actividades de prevención del VIH. Muchos albergues sólo disponen del personal suficiente para brindar servicios básicos. Algunos son reacios a permitir que programas externos de prevención del VIH los visiten para hablar explícitamente sobre el sexo y las drogas o para distribuir condones a sus clientes, ya que estas actividades se prohíben en la mayoría de los albergues. La falta de lugares privados para ofrecer pruebas y consejería sobre asuntos delicados también puede ser un obstáculo.

¿qué se está haciendo al respecto?

La cantidad y calidad de los servicios para desamparados varía mucho a través de los EE.UU. Históricamente, estos programas han atendido a hombres solteros y pocos han formado redes de atención coordinada que faciliten la provisión de servicios integrales y continuos.1 A continuación presentamos unos ejemplos de intervenciones eficaces diseñadas específicamente para atender a los desamparados con VIH o en riesgo de contraerlo. Sex, Games and Videotapes es un programa para hombres desamparados con enfermedad mental en un albergue de la ciudad de Nueva York, NY. Este programa se basa en las actividades centrales de la vida en albergue: juegos competitivos, cuentos relatados y videos. Para muchos de estos hombres el sexo ocurre en lugares públicos, en forma apresurada y gira alrededor del consumo de drogas. Este programa permite comentar temas sexuales sin temor a reproches. Uno de los componentes es un concurso para ver quién coloca más rápido un condón (sin desgarrarlo) sobre un plátano, lo cual enseña habilidades importantes en el uso del condón. El programa triplicó la reducción de conductas sexuales de riesgo.10 Boston HAPPENS provee educación en salud, manejo de casos, atención médica básica, pruebas del VIH, consejería y servicios de salud mental para jóvenes VIH+ vulnerables, muchos de ellos desamparados. Los colaboradores de Boston HAPPENS ofrecen servicios sin cita previa y clínicas que dan a la calle en áreas donde los jóvenes se reúnen. Por medio del trabajo persistente de alcance comunitario y del manejo individualizado de casos, HAPPENS retiene a los jóvenes desamparados vulnerables.11 Se ha comprobado que la provisión de vivienda e incentivos económicos reduce las conductas riesgosas tales como el sexo desprotegido, el consumo de drogas y el uso compartido de jeringas.12,13 Housing Works se especializa en la atención integral para desamparados VIH+ en la ciudad de Nueva York. Sus servicios abarcan las áreas de vivienda, atención médica, capacitación y colocación laboral, así como la promoción y defensa de derechos.14

¿qué queda por hacer?

Sigue siendo necesario brindar actividades de prevención eficaces en entornos de servicio culturalmente adecuados adonde acudan los desamparados, por ejemplo: comedores gratuitos, albergues, hoteles residenciales y clínicas. El personal de estas organizaciones debe recibir capacitación sobre métodos de prevención del VIH que tomen en cuenta los factores de riesgo concretos vinculados al desamparo, tener expectativas realistas de cambios y permitir que los desamparados se fijen metas concretas y factibles. Es necesario formar redes coordinadas para que el personal remita a las personas rápida y fácilmente a los servicios que necesitan.15 Las intervenciones grupales que han funcionado en ciertos ámbitos deben diseminarse ampliamente y ser adaptadas para su uso en otros entornos. Los intentos para evitar la transmisión del VIH entre los desamparados fracasarán si no se hace un esfuerzo concertado para responder mejor a sus necesidades de supervivencia, entre ellas las de vivienda a largo plazo, empleo, ingresos, nutrición adecuada, tratamiento contra las drogas y el alcohol, así como servicios médicos y de salud mental regulares. Lamentablemente, a pesar del anuncio de nuevas iniciativas para socorrer a los desamparados, las tendencias recientes de apoyos gubernamentales son desalentadoras y el creciente déficit presupuestario federal no augura los aumentos necesarios en el futuro próximo. Como una de las poblaciones más vulnerables de nuestra sociedad, los desamparados necesitan apoyo, respeto, protección y esfuerzos de prevención constantes. Preparado por Naomi Adler BA*, Dan Herman Phd**, Ezra Susser MD DrPh*** *CAPS, **NY State Psychiatric Inst., *** Columbia U Mailman School of Public Health Septiembre 2005. Hoja #16SR **********

¿quién lo dice?

1. Burt M, Laudan Y, Lee E, et al. Helping America’s homeless: emergency shelter or affordable housing? Washington, D.C.: Urban Institute Press. 2001. 2. U.S. Conference of Mayors. A status report on hunger and homelessness inAmerica’s cities: .https://endhomelessness.atavist.com/mayorsreport2016 )3. Burt, MR, Laudan, AY, Douglas T, et. al. 1999 Homelessness: Programs and the People They Serve – Summary Report. Washington, DC: DHUD/DHHS.https://www.urban.org/sites/default/files/publication/66286/310291-Home… ) 4. Cheung AM, Hwang SW. Risk of death among homeless women: a cohort study and review of the literature. Canadian Medical Association Journal. 2004;170:1243. 5. Robertson MJ, Clark RA, Charlebois ED, et al. HIV seroprevalence among homeless and marginally housed adults in San Francisco. American Journal of Public Health. 2004;94:1207-1217. 6. North CS, Eyrich KM, Pollio DE, et al. Are rates of psychiatric disorders in the homeless population changing? American Journal of Public Health. 2004;94:103-108. 7. Herman DB, Susser ES, Struening EL, et al. Adverse childhood experiences: are they risk factors for adult homelessness? American Journal of Public Health. 1997;87:249-255. 8. Zlotnick C, Tam T, Robertson MJ. Adverse childhood events, substance abuse, and measures of affiliation. Addiction and Behavior. 2004;29:1177-1181. 9. Desai MM, Rosenheck RA. HIV testing and receipt of test results among homeless persons with severe mental illness. American Journal of Psychiatry. 2004;161:2287-2294. 10. Susser E, Valencia E, Berkman A, et al. Human immunodeficiency virus sexual risk reduction in homeless men with mental illness. Archives of General Psychiatry. 1998;55:266-272. 11. Harris SK, Samples CL, Keenan PM, et al. Outreach, mental health, and case management services: can they help to retain HIV-positive and at-risk youth and young adults in care? Maternal and Child Health Journal. 2003;7:205-218. 12. Aidala A, Cross JE, Stall R, Harre D, et. al. Housing status and HIV risk behaviors: implications for prevention and policy. AIDS and Behavior. 2005;9:1-15. 13. Riley ED, Moss AR, Clark RA, et. al. Cash benefits are associated with lower risk behavior among the homeless and marginally housed in San Francisco. Journal of Urban Health. 2005;82:142-150. 14. Housing Works www.housingworks.org (Accessed 4/20/06) 15. Woods ER, Samples CL, Melchiono MW, et. al. Initiation of services in the Boston HAPPENS Program: human immunodeficiency virus-positive, homeless, and at-risk youth can access services. AIDS Patient Care STDs. 2002;16:497-510. 3p\(18px; “>18. Lombardi E. Enhancing transgender health care. American Journal of Public Health. 2001;91:869-872.


Preparado por Joanne Keatley, MSW* y Kristen Clements-Nolle, MPH** *CAPS, **SF Departamento de Salud Pública Tradución Mateo Rutherford y Roy Rojas Febrero 2002. Hoja Informativa 41S

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Prostitutas

¿Qué necesitan las/los trabajadores sexuales en la prevención del VIH?

revisado 4/08

¿corren riesgo de contraer el VIH?

Los trabajadores sexuales en EEUU pueden ser vulnerables al VIH según cuál sea su lugar de trabajo. Hombres, mujeres y transgéneros que trabajan en la calle, en su mayoría pobres o desamparados con antecedentes de abuso sexual o físico, corren el mayor riesgo de contraer el VIH.1 Muchos sexo servidores que trabajan en la calle también dependen de las drogas o alcohol y corren un mayor riesgo de sufrir violencia a manos de sus clientes y de la policía.2 El servicio de sexo fuera de la calle–en prostíbulos, casas de masaje o por medio de servicios de acompañante–supone menos riesgo de infección por VIH porque los trabajadores sexuales pueden controlar mejor sus condiciones laborales y transacciones sexuales, incluido el uso de condones. Se han realizado pocas investigaciones sobre las tasas de infección de VIH entre sexo servidores que trabajan en la calle a lo largo de EEUU. En un estudio de sexo servidoras consumidoras de drogas en Miami, FL el 22.4 % resultó ser VIH+.3 Otro estudio de trabajadores sexuales masculinos en Houston, TX encontró que el 26 % afirmaron ser VIH+.4

¿qué los pone en riesgo?

Los sexo servidores que son usuarios de drogas inyectables (UDI) tienen más probabilidades de resultar VIH+ que los no usuarios. Los riesgos por inyección incluyen compartir agujas/ jeringas y otro equipo de inyección previamente usados, así como ser inyectados por otra persona. La inyección y otras formas de consumo de drogas (cocaína en roca, etanfetamina, alcohol) también pueden aumentar los riesgos sexuales al disminuir la protección y la comunicación sexuales.5 Las personas que usan cocaína en roca (crack) son más propensas a entrar al sexo servicio y a tener numerosas parejas sexuales.6 La decisión y la capacidad de usar condones es un asunto complejo y depende de muchos factores.7,8 La necesidad económica, la falta de clientes y los clientes que ofrecen pagar más por tener relaciones sin protección pueden perjudicar la negociación del sexo más seguro. Además, hay clientes que pueden recurrir a la violencia para conseguir relaciones sin condón. Si los trabajadores sexuales se drogan junto con sus clientes o antes de atender a ellos, esto afecta su capacidad para tomar decisiones y usar condones.5 También pueden ser un blanco de la policía si cargan con condones. Asimismo, al igual que muchas otras personas, los trabajadores sexuales pueden optar por no usar condones con sus novios/novias/esposos. Los sexo servidores tienen tasas más altas de infecciones de transmisión sexual (ITS), entre ellas el VIH. Un estudio en San Francisco, CA reportó tasas altas de gonorrea (el 12.4 %), clamidia (el 6.8 %), sífilis (el 1.8 %) y herpes (el 34.3 %) entre los trabajadores sexuales (hombres, mujeres y transgéneros).9 La presencia de una ITS activa aumenta la probabilidad de adquirir el VIH, como hace también el trauma genital producido por el coito frecuente o forzado.1 La violencia, y el trauma que conlleva, es una preocupación para muchos trabajadores sexuales. La violencia puede incluir el abuso físico, sexual y verbal ocurrido en la niñez, o bien en la edad adulta a manos de clientes y parejas íntimas. También abarca la violencia diaria presenciada por muchos trabajadores sexuales de la calle. El historial de violencia deja a muchos trabajadores sexuales con trauma emocional, y muchos pueden recurrir al consumo de drogas para ayudarles a afrontar la dura realidad de la vida diaria.10

¿cuáles son los obstáculos?

La naturaleza ilícita del trabajo sexual en EEUU lo ha convertido en una industria clandestina y ha creado en los trabajadores sexuales una fuerte desconfianza hacia las autoridades policiales y de salud pública. Muchos sexo servidores que trabajan en la calle se ven obligados a cambiar sus prácticas laborales con el fin de evitar ser detenidos por la policía.11 Por ejemplo, pueden dedicar menos tiempo a la negociación de las transacciones sexuales antes de subirse al vehículo del cliente o incluso aceptar participar en actividades más riesgosas. Puede ser difícil realizar actividades de prevención, extensión y orientación sobre el VIH en este ambiente. La desesperación y la pobreza muchas veces anulan la prevención del VIH. Los adictos pueden recurrir a la prostitución como fuente de dinero para comprar drogas. Las personas transgénero pueden usar el trabajo sexual para cubrir los gastos de hormonas o cirugía. Muchos jóvenes sin hogar no tienen capacitación laboral u otra manera de generar ingresos, por lo que recurren a la prostitución para sobrevivir. Responder a las necesidades más inmediatas de alimentación, vivienda y adicción con frecuencia toma precedencia sobre la preocupación de infectarse por VIH.12

¿qué se está haciendo al respecto?

JEWEL (Jewelry Education for Women Empowering their Lives), fue un proyecto de empoderamiento económico y prevención del VIH para prostitutas consumidoras de drogas en Baltimore, MD. JEWEL presentó seis sesiones de dos horas con orientación sobre la prevención del VIH y sobre la fabricación, comercialización y venta de joyería. Las participantes disminuyeron considerablemente el intercambio de sexo por drogas o dinero, el número de parejas de intercambio sexual y su consumo de drogas, incluido el uso diario de crack.13 El Health Project for Asian Women (HPAW) brindó dos intervenciones para trabajadoras sexuales asiáticas de casas de masaje en San Francisco, CA: una orientada a educar a los dueños y otra de consejería e orientación para las masajistas. El personal del proyecto acompañó a las masajistas a los centros de salud, les entregó materiales de protección sexual y les brindó servicios de interpretación, de remisiones a otros servicios y de defensa de derechos. Las masajistas asistieron a tres sesiones de consejería y los dueños de las casas de masaje recibieron una sesión educativa.14 Una intervención breve para trabajadores sexuales masculinos en Houston, TX presentó dos sesiones de una hora realizadas con una semana de intervalo. Casi los dos tercios (el 63 %) de los hombres que iniciaron la intervención la completaron y también aumentaron su uso de condones para la penetración anal remunerada.15 Breaking Free, ubicado en St. Paul, MN, ayuda principalmente a muchachas y mujeres afroamericanas a dejar el sexo servicio. Las mujeres que se encuentran en crisis reciben ayuda para estabilizarse, luego participan en un programa intensivo de consejería y orientación sobre los traumas asociados con el trabajo sexual. Breaking Free ofrece vivienda transicional y permanente, así como un programa de prácticas laborales para aumentar las posibilidades de las mujeres, algunas con poca o nula experiencia previa, de conseguir un empleo convencional.16 St. James Infirmary en San Francisco, CA, es una clínica organizada para y por trabajadores sexuales la cual provee servicios médicos gratis a hombres, mujeres y transgéneros. También ofrece pruebas y tratamiento de VIH/ITS, servicios médicos especializados para transgéneros, consejería de pares y sobre reducción de daños, servicios psiquiátricos, acupuntura, masaje, grupos de apoyo, alimentos, ropa e intercambio de jeringas. El personal realiza trabajo de extensión en la calle y en lugares concretos para repartir materiales de protección sexual y ofrecer pruebas de VIH.9

¿qué queda por hacer?

Durante la última década se ha realizado poca investigación en EEUU sobre el VIH/SIDA entre los sexo servidores. Además, los estudios anteriores se enfocaron principalmente en el papel de los trabajadores sexuales como vectores de transmisión del VIH y de ITS al público general. Para evitar el VIH entre los trabajadores sexuales, es fundamental no sólo expandir la investigación sobre este grupo sino también reconocer el contexto más amplio en el cual el trabajo sexual se transacciona y también la práctica específica de los sexo servidores. Los investigadores, las autoridades de salud pública y las policiales necesitan escuchar a los trabajadores sexuales acerca de sus propios necesidades para mantenerse protegidos, y deben trabajar en conjunto para realizar estas metas. Las leyes y las actitudes de la policía en cuanto que los sexo servidores porten condones deben ser indulgentes para permitirles que se protejan. La violencia en contra de los trabajadores sexuales a manos de los clientes, de la policía y de otros en la comunidad deberá criminalizarse, al tiempo que se estimule y apoye a las víctimas para denunciar ante la policía los incidentes violentes. Los sexo servidores que trabajan en la calle enfrentan numerosas necesidades que van desde las inmediatas (vivienda, comida, atención médica) hasta otras de más largo plazo (salud mental, desintoxicación de drogas, prevención de la violencia, capacitación laboral y empleo, prevención del VIH/ITS, atención médica de alta calidad, mejores relaciones con las autoridades policiacas y ayuda para abandonar el trabajo sexual). Es necesario aumentar la financiación y el reconocimiento de los programas de salud pública que respondan a toda la amplia gama de necesidades encaradas por los trabajadores sexuales.


¿Quién lo dice?

1. Rekart ML. Sex-work harm reduction. The Lancet. 2005:366: 2123-2134. 2. Vanwesenbeeck I. Another decade of social scientific work on sex work: a review of research 1990- 2000. Annual Review of Sexuality Research. 2001;12:242-289. 3. Inciardi JA, Surratt HL, Kurtz SP. HIV, HBV, and HCV infections among drug-involved, inner-city, street sex workers in Miami, Florida. AIDS and Behavior. 2006;10:139-147. 4. Timpson SC, Ross MW, Williams ML, et al. Characteristics, drug use, and sex partners of a sample of male sex workers. The American Journal of Drug and Alcohol Abuse. 2007;33: 63-69. 5. Alexander P. Sex work and health: A question of safety in the workplace. Journal of the American Medical Women’s Association. 1998;53: 77-82. 6. Maranda MJ, Han C, Rainone GA. Crack cocaine and sex. Journal of Psychoactive Drugs. 2004;36: 315-122. 7. McMahon JM, Tortu S, Pouget ER, et al. Contextual determinants of condom use among female sex exchangers in East Harlem, NYC: an event analysis. AIDS and Behavior. 2006;10:731-741. 8. Roxburgh A, Degenhardt L, Larance B, et al. Mental health, drug use and risk among street-based sex workers in greater Sydney. NDARC Technical Report No. 237. Sydney: National Drug and Alcohol Research Centre, University of New South Wales. 2005. 9. Cohan D, Lutnick A, Davidson P, et al. Sex worker health: San Francisco style.Sexually Transmitted Infections. 2006;82:418-422. 10. Romero-Daza N, Weeks M, Singer M. “Nobody gives a damn if I live or die”: violence, drugs, and street-level prostitution in inner-city Hartford, Connecticut.Medical Anthropology. 2003;22:233-259. 11. Blankenship KM, Koester S. Criminal law, policing policy, and HIV risk in female street sex workers and injection drug users. Journal of Law, Medicine & Ethics. 2002;30:548-559. 12. Yahne CE, Miller WR, Irvin-Vitela L, et al. Magdalena Pilot Project: motivational outreach to substance abusing women street sex workers. Journal of Substance Abuse Treatment. 2002;23:49-53. 13. Sherman SG, German D, Cheng Y, et al. The evaluation of the JEWEL projects: An innovative economic enhancement and HIV prevention intervention study targeting drug using women involved in prostitution. AIDS Care. 2006;18:1-11. 14. Nemoto T, Iwamoto M, Oh HJ, et al. Risk behaviors among Asian women who work at massage parlors in San Francisco: Perspectives from masseuses and owners/managers. AIDS Education and Prevention. 2005;17:444-456. 15. Williams ML, Bowen AM, Timpson SC, et al. HIV prevention and street-based male sex workers: an evaluation of brief interventions. AIDS Education and Prevention. 2006;18:204-215. 16. Valandra. Reclaiming their lives and breaking free: an Afrocentric approach to recovery from prostitution. Journal of Women and Social Work. 2007;22:195-208.www.breakingfree.net


Preparado por Roshan Rahnama, MPH, CAPS Traducido por Rocky Schnaath Septiembre 2008. Hoja de Dato #19SR

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What are African-Americans’ HIV prevention needs?

What Are African-Americans’ HIV Prevention Needs?

revised 9/99

Are African-Americans at risk for HIV?

Yes. Many African-Americans are at high risk for HIV infection, not because of their race or ethnicity, but because of the risk behaviors they may engage in. As with other ethnic/racial groups, HIV risk depends not on who you are, but on whether you engage in risk-taking behaviors with an HIV+ partner, and whether you have access to care, education and prevention services. The majority of AIDS cases among African-Americans occur among persons aged 25-44, and among men. While African-Americans comprise 13% of the US population, they are disproportionately affected by HIV, accounting for 37% of total AIDS cases in the US. In 1998, almost two-thirds (62%) of AIDS cases among all women were among African-Americans. Likewise, African-Americans accounted for over half (53%) of all AIDS cases among injection drug users (IDUs). In 1998, 62% of all children with AIDS were African-American.

Who are African-Americans at risk?

African-Americans, like many ethnic/racial groups, represent a diverse population. Their diversity is evident in their immigrant status, religion, socioeconomic status, geographic locales and the languages they speak. For example, African-Americans are White collar and working class, Christians and Muslims. They reside in inner-city and rural neighborhoods, are the descendants of slaves and recent Caribbean immigrants. Current epidemiological surveillance data do not record these social, cultural, economic, geographic, religious and political identities that may more accurately predict risk. HIV transmission in African-American communities is primarily viewed as a problem among heterosexual IDUs and their sexual partners. Among African-American men, however, the cumulative proportion of AIDS cases attributed to homosexual/bisexual activity (38%) is greater than that attributed to injection drug use (35%). African-American adolescents have, with few exceptions, markedly higher seroprevalence rates compared to White adolescents. Some sexually-active young African-American women are at especially high risk for HIV infection, especially those from poorer neighborhoods. A study of disadvantaged out-of-school youth in the US Job Corps found that young African-American women had the highest rate of HIV infection in the study. Women 16-18 years old had 50% higher rates of infection than young men.

What puts African-Americans at risk?

Injection drug use has played a major role in HIV infection among African-Americans. Although the majority of IDUs in the US are White, HIV infection is higher for Black IDUs than White IDUs. Unemployment and poverty are significant co-factors which may have led to high rates of addiction and high rates of risk behaviors such as sharing needles. In fact, the HIV and drug use epidemic among African-Americans is focused in a small number of inner-city urban neighborhoods of color, an indication that the epidemic may have more to do with geography and poverty than race. While attitudes in the African-American community are slowly changing, homophobia and negative attitudes toward gay men still exist. For young African-American men who have sex with men (MSM), these negative attitudes may cause low self-esteem , lack of community and psychological distress, all of which contribute to risk-taking behaviors. Many African-American women, especially adolescent women, are at high risk for heterosexually acquired HIV. African-American women may not want to or may not be able to negotiate condom use because they may think it would interfere with physical and emotional intimacy, imply infidelity by themselves or their partner or result in physical abuse. Some women may also be in denial or be unaware of their own risk. Over one-third (35%) of AIDS cases among African-American women reported in 1998 were classified as “risk not reported or identified.” It is thought that a majority of these women are infected through heterosexual sex with IDUs and/or gay or bisexual partners.

What are obstacles to prevention?

Communities of color in this country, including African-Americans, have experienced persistent inequalities in social benefits, health care, education and job opportunities. Economic disparities continue to exacerbate the health status of African-Americans and other communities of color in the US. As a result, African-Americans report high rates of diseases and mortality. In addition, many African-Americans hold a distrust of government programs and health institutions. Some African-Americans believe that the effects of AIDS on the community are the results of deliberate efforts and omission of responsibility by the US government. Effective community-based prevention programs must address these concerns. AIDS has been seen as a primarily gay issue in the African-American community. In addition, homophobia exists in the African-American family, church and community on both a personal and institutional level. Many homosexually active African-American men may have been reluctant to respond to the AIDS epidemic for fear of alienation.

What’s being done?

African-American adolescents in Philadelphia, PA were offered an HIV prevention program addressing both abstinence and safer sex. Abstinence intervention participants reported less sexual intercourse after 3 months, but not at 6- or 12- month follow-ups. For youth who reported prior sexual experience, those in the safer sex intervention reported less sexual intercourse than those in the abstinence intervention at 3-, 6- and 12-month follow-ups. Both safer sex and abstinence-only approaches reduced HIV sexual risk behaviors in the short-term, but safer sex interventions may have longer-lasting effects and may be more effective for sexually experienced youth. Some faith communities are responding to HIV in innovative ways. In Tennessee, the Metropolitan Interdenominational Church began an outreach program to IDUs in four poor, predominantly African-American neighborhoods. The program provides sterile needles, condoms, case management and prevention education. They are developing a church-based harm reduction program model for use in other faith communities. The Well is a community-based drop-in center for African-American women that promotes self-help and wellness in a low income housing project in Los Angeles, CA. The Well offers peer support “sister circles”, exercise classes, community health education, a lounge/library, a nurse practitioner’s office, and a partnerships with other community health organizations. The well incorporates HIV/STD education into general education that addresses all aspects of women’s lives. In 1999, in response to the disproportionate impact of HIV on communities of color in the US, the Congressional Black Caucus (CBC) Initiative earmarked $186 million to be spent on community-based HIV prevention programs for communities of color.

What needs to be done?

Researchers and service providers need a better understanding of the role of cultural and socioeconomic factors in the transmission of HIV, as well as the effect of racial inequality on public health. In addition, public health officials should consider changing epidemiological surveillance to include other demographic information such as social, economic and cultural factors. These efforts need to influence the design of HIV prevention messages, services and programs. In the second decade of the AIDS epidemic, homophobia and AIDS denial have yet to be fully countered. Public health institutions should seek out partnerships with African-American faith communities and incorporate spiritual teachings on compassion to ignite a community response. HIV prevention for African-Americans must occur at the community level. Comprehensive programs should link with other health services, such as substance abuse programs, family planning services and STD clinics.

Says who?

1. Centers for Disease Control and Prevention. HIV/AIDS Sur-veillance Report . 1998;10:1-43. 2. National Commission on AIDS. The challenge of HIV/AIDS in communities of color. 1994. 3. Moss N, Krieger N. Measuring social inequalities in health: report on the conference of the National Institutes of Health . Public Health Reports. 1995;110:302-305. 4. Valleroy LA, MacKellar DA, Karon JM, et al. HIV infection in disadvantaged out-of-school youth: prevalence for US Job Corps entrants, 1990 through 1996 . Journal of Acquired Immune Deficiency Syndromes and Human Retrovirology. 1998;19:67-73. 5. Substance Abuse and Mental Health Services Administration . Preliminary results from the 1997 national household survey on drug abuse . US Department of Health and Human Service: Rockville, MD; 1999. 6. Fullilove, RE, Fullilove MT. HIV prevention and intervention in the African American community: a public health perspective. In: AIDS Knowledge Base. PT Cohen, ed. Lippincott, Williams & Wilkins. 1999. 7. Stokes JP, Peterson JL. Homophobia, self-esteem, and risk for HIV among African American men who have sex with men . AIDS Education and Prevention. 1998;10: 278-292. 8. Wingood GM, DiClemente RJ. Pattern influences and gender-related factors associated with noncondom use among young adult African American women . American Journal of Community Psychology. 1998;26:29-52. 9. Wingood GM, DiClemente RJ. The effects of having a physically abusive partner on the condom use and sexual negotiation practices of young adult African-American women . American Journal of Public Health. 1997;87:1016-1018. 10. Dalton HL. AIDS in blackface . Daedalus. 1989:118:205-227. 11. Thomas SB, Quinn SC. The Tuskegee Syphilis Study, 1932 to 1972: implications for HIV education and AIDS risk education programs in the black community . American Journal of Public Health. 1991;81: 1498-1506. 12. Peterson JL. AIDS-related risks and same-sex behaviors among African American men. In AIDS, Identity and Community. Herek GM, Greene B, eds. Sage Publications: Thousand Oaks, CA; 1995:85-104. 13. Jemmott JB III, Jemmott LS, Fong GT. Abstinence and safer sex HIV risk-reduction interventions for African American adolescents: a randomized controlled trial . Journal of the American Medical Association. 1998;279:1529-1536. 14. Sander E. Church based harm reduction programs. Presented at the 12th World AIDS Conference, June 1998,Geneva, Switzerland. Abst. #33380. 15. Elliott Brown KA, Jemmott FE, Mitchell HJ, et al. The Well: a neighborhood-based health promotion model for black women . Health and Social Work. 1998;23:146-152. Prepared By John Peterson Phd*, Gina Wingood ScD, MPH**, Ralph Diclemente PhD**, Pamela Decarlo***, Kathleen Quirk MA*** *Department Of Psychology, Georgia State University, **Rollins School Of Public Health, Emory University, ***CAPS September 1999. Fact Sheet #15ER Reproduction of this text is encouraged; however, copies may not be sold, and the Center for AIDS Prevention Studies at the University of California San Franciso should be cited as the source of this information. For additional copies of this and other HIV Prevention Fact Sheets, please call the National Prevention Information Network at 800/458-5231. Comments and questions about this Fact Sheet may be e-mailed to [email protected]. © September 1999, University of California.