Library

Resource

Educación sexual

¿Qué sirve mejor en la enseñanza sobre la sexualidad y el VIH?

¿por qué la enseñanza sobre la sexualidad y el VIH?

Los programas educativos sobre la sexualidad y el VIH tienen varias metas: disminuir los embarazos no planeados, reducir las enfermedades de transmisión sexual (ETS) incluyendo la del VIH y mejorar la salud sexual de los jóvenes. En 2005 en los EE.UU., el 63% de todos los alumnos del último año de preparatoria (high school) habían tenido relaciones sexuales, pero sólo el 21 % de las alumnas usaron pastillas anticonceptivas antes del último coito y sólo el 70 % de los varones usaron condón en el último coito.1 En el 2000, el 8.4 % de las chicas entre 15 y 19 años se embarazaron, produciendo una de las tasas más altas de embarazo adolescente en el mundo occidental industrializado.2 Casi la mitad de los nuevos casos de ETS en EE.UU. del año 2000 (9.1 millones) se presentaron en jóvenes entre los 15 y los 24 años de edad.3 Algunos de los numerosos factores que influyen en la conducta sexual y el uso de protección entre los adolescentes tienen poco que ver con las relaciones sexuales, por ejemplo: la crianza en una comunidad desfavorecida, la falta de apego a los padres o el fracaso escolar. Otros factores de naturaleza sexual como las creencias, los valores, las percepciones de normas de los pares, las actitudes y habilidades relacionadas con la conducta sexual y con el uso del condón o de anticonceptivos,4 son factores en los que los programas de enseñanza potencialmente pueden incidir para generar cambios de conducta. Estos programas no pueden por sí solos eliminar las conductas sexuales riesgosas, pero sí pueden ser una pieza eficaz dentro de una iniciativa integral.

¿sirven los programas de enseñanza?

Sí. Algunos programas retrasan el inicio de las relaciones sexuales, disminuyen la frecuencia de las relaciones sexuales, limitan el número de parejas sexuales y aumentan el uso del condón u otro anticonceptivo. Además hay investigaciones que demuestran que los programas de enseñanza sobre la sexualidad/VIH (incluyendo los que promueven el uso de condones y otros anticonceptivos) no aumentan la actividad sexual. En una revisión reciente en EE.UU de programas que han sido evaluados, casi dos tercios mejoraron considerablemente una o más de estas prácticas.5 Los resultados fueron aun más positivos en países en vías de desarrollo. Si bien muchos programas son eficaces, otros pueden no serlo; las comunidades deben implementar ya sea los programas con eficacia comprobada o los que incorporen las características comunes de los programas eficaces.5

¿es posible replicar programas eficaces?

Sí. Varios currículos implementados y evaluados hasta cinco veces en varios estados de EE.UU. con frecuencia produjeron cambios positivos en la conducta sexual al realizarse tal y como fueron diseñados. De hecho, uno de estos programas fue replicado en más de 80 organizaciones comunitarias y su eficacia quedó comprobada.6 Sin embargo, cuando se recortan mucho los currículos, cuando se eliminan las lecciones sobre el condón o cuando los programas diseñados para lugares de la comunidad se llevan a cabo en el aula escolar, se reduce la probabilidad de producir cambios importantes en la conducta.

¿qué currículos logran cambios importantes en la conducta?

  • En un ensayo aleatorizado de mujeres jóvenes, el programa SiHLE (las siglas en inglés para hermanar, informar, curar, vivir, empoderar) aumentó considerablemente el uso del condón y redujo la incidencia de embarazos y de ETS.7
  • En cuatro estudios diferentes, Reducing the Risk logró durante 18 meses bien un retraso en la iniciación de relaciones sexuales o un aumento en el uso del condón.8,9
  • En otro ensayo aleatorizado, Safer Choices retrasó la iniciación del sexo entre algunos jóvenes y aumentó el uso de condones y otros anticonceptivos entre jóvenes sexualmente activos a lo largo de 31 meses.10
  • Finalmente, en varios ensayos aleatorizados, Making Proud Choices11 y Becoming a Responsible Teen12 aumentaron durante un año el uso de condones.
Estos y otros programas eficaces comparten 17 características que contribuyen a su éxito, las cuales se agrupan bajo el desarrollo, el currículo en sí y la implementación.5

¿cómo se desarrollan programas eficaces?

Los programas eficaces se pueden desarrollar por equipos de personas con formación en teoría psicosocial, conducta sexual adolescente, diseño de currículos, cultura comunitaria y/o enseñanza sobre la sexualidad y el VIH. El equipo examina los datos locales sobre la conducta sexual adolescente, las tasas de embarazo y de ETS, y muchas veces realiza grupos de focales con jóvenes y entrevistas con adultos. También utiliza el marco de un modelo lógico para identificar las prácticas que desea modificar, los factores de riesgo y los factores protectores que las afectan, así como las actividades que las harían cambiar. Posteriormente el equipo diseña actividades coherentes con los valores y recursos comunitarios. Finalmente el equipo realiza pruebas piloto y ajusta los currículos.

¿en qué consisten currículos eficaces?

Los currículos eficaces se centran en reducir los embarazos no deseados, las ETS, el VIH o ambos al enfatizar las consecuencias y los peligros que éstos conllevan, presentar un mensaje claro sobre la conducta sexual y comentar las situaciones que pueden llevar a las relaciones sexuales y cómo evitarlas. Los mensajes conductuales son de suma importancia. Los currículos eficaces por lo general enfatizan la abstinencia como el método más eficaz e inocuo (que no daña), y motivan a los jóvenes que ya tienen relaciones sexuales a usar condones y anticonceptivos. A veces se hace hincapié en otros valores (como el orgullo propio, la responsabilidad, el auto respeto, la capacidad de no exceder los límites y la de controlarse) que claramente están vinculados con ciertas conductas en particular. Los currículos eficaces incorporan actividades, métodos docentes y mensajes conductuales que reflejan la cultura, la edad madurativa, el género y la experiencia sexual de los jóvenes. Todos involucran activamente a los jóvenes para ayudarles a personalizar la información.
  • Para aumentar los conocimientos básicos sobre los riesgos que conlleva las prácticas sexuales en la adolescencia y sobre métodos para evitar el coito o para usar protección, los programas eficaces pueden emplear: discursos breves, diálogos en clase, juegos competitivos, parodias o dramatizaciones breves, videos y rotafolios o folletos.
  • Para aclarar los riesgos, los programas pueden emplear datos sobre la incidencia o la prevalencia del embarazo o de ETS/VIH entre los jóvenes (junto con las consecuencias), diálogos en clase, oradores VIH+ y simulaciones.
  • Para modificar los valores individuales y las normas entre pares con respecto a la abstinencia y al uso del condón, los programas pueden emplear: mensajes conductuales nítidos, ejercicios de elección obligatoria de valores, encuestas o votación entre pares, de juegos de interpretación de roles, conversaciones sobre la eficacia de los condones y visitas a farmacias o clínicas que los venden o regalan.
  • Para fomentar las habilidades necesarias para evitar el sexo no deseado o desprotegido y para insistir en el uso de condones o anticonceptivos, se puede emplear juegos de rol que describan, demuestren y permitan que todos practiquen estas habilidades.
  • Los jóvenes pueden practicar el uso correcto del condón abriendo el paquete y deslizando el condón sobre los dedos, o bien describiendo cada paso en el uso del condón.

¿cómo se implementan programas?

Cuando los programas eficaces se implementan, por lo general obtienen el apoyo necesario de las autoridades correspondientes, seleccionan y capacitan a los educadores con las características deseadas, realizan las actividades necesarias para reclutar y retener a participantes jóvenes y se apegan fielmente a los currículos. Los programas pueden ser eficaces tanto con educadores adultos como con educadores pares.

¿qué queda por hacer?

Los legisladores deben financiar y promover la implementación de programas de enseñanza con eficacia comprobada sobre la sexualidad y el VIH. Cualquier programa nuevo necesita incluir las características comunes de los programas eficaces.5 Los programas cuya eficacia no se ha comprobado deben ser evaluados. Para implementar ampliamente los programas con evidencia científica de eficacia para la enseñanza sobre la sexualidad y el VIH, debe contarse con el apoyo de las autoridades correspondientes, tales como directores de organizaciones para jóvenes, distritos escolares, directores de escuela y maestros. El personal o los maestros que realizan los programas deben recibir capacitación y apoyo con el fin de impartir los programas con fidelidad; esto supone apartar el tiempo suficiente en la clase o en la organización para poder brindar el programa.

¿Quién lo dice?

1. Centers for Disease Control and Prevention. Youth risk behavior surveillance – United States, 2005. Surveillance Summaries. June 9, 2006. 2. Alan Guttmacher Institute. U.S. teenage pregnancy statistics: Overall trends, trends by race and ethnicity and state-by-state information. New York: The Alan Guttmacher Institute, 2004. 3. Weinstock H, Berman S, Cates W. Sexually transmitted diseases among American youth: incidence and prevalence estimates, 2000. Perspectives in Sexual and Reproductive Health. 2004;36:6-10. 4. Kirby D, Lepore G, Ryan J. Sexual risk and protective factors: Factors affecting teen sexual behavior, pregnancy, childbearing and sexually transmitted disease: Which are important? Which can you change? Washington DC: National Campaign to Prevent Teen Pregnancy. 2005. 5. Kirby D, Laris BA, Rolleri L. Sex and HIV education programs for youth: Their impact and important characteristics. Washington DC: Family Health International, 2006. 6. Jemmott III, JB. Effectiveness of an HIV/STD risk-reduction intervention implemented by nongovernmental organizations: A randomized controlled trial among adolescents. Presented at the American Psychological Association Annual Conference. Washington DC: August, 2005. 7. DiClemente RJ, Wingood GM, Harrington KF, et al. Efficacy of an HIV prevention intervention for African American adolescent girls: a randomized controlled trial. Journal of the American Medical Association. 2004;292:171-179. 8. Kirby D, Barth RP, Leland N, et al. Reducing the risk: Impact of a new curriculum on sexual risk-taking. Family Planning Perspectives. 1991;23:253-263. 9. Hubbard BM, Giese ML, Rainey J. A replication of Reducing the Risk, a theory-based sexuality curriculum for adolescents. Journal of School Health. 1998;68:243-247. 10. Kirby DB, Baumler E, Coyle KK, et al. The “Safer Choices” intervention: its impact on the sexual behaviors of different subgroups of high school students. Journal of Adolescent Health. 2004;35:442-452. 11. Jemmott JB, Jemmott LS, Fong GT. Abstinence and safer sex: A randomized trial of HIV sexual risk-reduction interventions for young African-American adolescents. Journal of the American Medical Association. 1998;279:1529-1536. 12. St. Lawrence JS, Brasfield TL, Jefferson KW, et al. Cognitive-behavioral intervention to reduce African American adolescents’ risk for HIV infection. Journal of Consulting and Clinical Psychology. 1995;63:221-237.
Preparado por Douglas Kirby PhD, ETR Associates Traducido por Rocky Schnaath Enero 2007. Hoja de Dato #10SR Se autoriza la reproducción (citando a UCSF) mas no la venta de copias este documento. También disponibles en inglés. Para recibir las Hojas de Datos por correo electrónico escriba a [email protected] con el mensaje “subscribe CAPSFS nombre apellido” ©Enero 2007, UCSF.
Resource

CAPS Brochure (2016)

The Center for AIDS Prevention Studies (CAPS) at the University of California San Francisco (UCSF) is a productive, vibrant, and innovative organization committed to conducting cutting-edge, high-impact HIV prevention research. It is the largest research center in the world devoted to social, behavioral, and policy-based approaches to HIV prevention. 

Resource

Los Medicamentos Opioides

¿Cómo afectan los medicamentos opioides a las personas con VIH?

Elaborado por Kathleen Clanon, MD and Pamela DeCarlo | July 2017

¿Son los opioides una preocupación?

Sí. Los medicamentos que se recetan para aliviar el dolor como oxicodona, hidrocodona y metadona ayudan a millones de personas a manejar efectivamente el dolor crónico. Pero para algunas personas, estos opioides también se han convertido en una compleja trama de mal uso y  abuso que ha llevado a incrementos dramáticos en la incidencia de la adicción, sobredosis, infecciones por hepatitis B y C y posiblemente por el VIH. [1]

Las recetas de opioides en los Estados Unidos se duplicaron entre 2001 y 2015 sin que se haya registrado una disminución en la cantidad de dolor reportada. Solamente el uso de oxicodona e hidrocodona se triplicó entre 2000 y 2015. Los profesionales de la salud recetaron 259 millones de recetas de opioides para calmar el dolor en 2012—suficiente para cada uno de los adultos en los Estados Unidos. [2]

El Centro de Control y Prevención de Enfermedades recomienda no recetar opioides como terapia de primera línea o de rutina para el dolor crónico. [3]

¿Por qué preocupa el uso de opioides?

Falta de información sobre los riesgos de los opioides. Los opioides hacen que las personas se sientan bien y alivian el dolor sin producir efectos secundarios muy notorios. Además, los pacientes tienden a creer que los médicos no recetarían algo peligroso. A veces los pacientes no entienden que los opioides pueden crear dependencia física y algunos médicos tampoco entienden los riesgos o no los explican adecuadamente. Las personas a las que se les receta medicamentos opioides deben preguntar a sus proveedores de la salud si realmente son la manera más segura de manejar el dolor.

Sobredosis. De 2000 a 2014, hubo casi medio millón de muertes a causa de sobredosis de drogas, y más del 60 % de las muertes por sobredosis por drogas incluyeron un opioide. Todos los días, 46 personas mueren en los Estados Unidos por una sobredosis de opioides. [2]

Los opioides son altamente adictivos. Hasta un 25% de las personas que toman opioides a largo plazo terminan luchando con la dependencia. [4] Dicha dependencia se desarrolla extremadamente rápido. A los tres días de tomar opioides, ya existe la posibilidad de que su consumo se vuelva crónico y el riesgo aumenta rápidamente con cada día de uso. [5]

¿Cómo afectan los opioides a las personas viviendo con VIH?

Posibles efectos negativos para las personas viviendo con VIH. Para las personas que viven con el VIH (PVV), el uso de opioides a largo plazo puede provocar depresión, contribuir recaídas en el uso de substancias y hasta incrementar el dolor crónico. [6]

Incremento de conductas riesgosas. Igual que el alcohol y otras drogas, los opioides por receta pueden interferir con el juicio y la capacidad de tomar decisiones, y pueden resultar en que una persona haga cosas que en otras circunstancias no haría. Al disminuir las inhibiciones, los opioides pueden fomentar conductas riesgosas (como tener sexo sin protección o compartir jeringas) que incrementan el riesgo de transmitir o contraer el VIH o la hepatitis C o B [7].

Transición a inyectarse y a la heroína. La epidemia del mal uso de opioides por receta ha llevado a muchas personas a inyectarse por primera vez. Casi un 80% de los nuevos consumidores de heroína reporta haber usado opioides por receta primero. [8]

¿Cuáles son los riesgos para las personas viviendo con VIH?

Uso a largo plazo de opioides. Hasta un 85% de PVV sufren dolores crónicos. A muchas se les receta opioides para aliviar el dolor. Los efectos secundarios del consumo de opioides a largo plazo incluyen: una disminución en la libido, menos testosterona, depresión, arritmia y problemas neurológicos. El uso continuo de opioides para calmar el dolor puede en cambio incrementar el dolor crónico en PVV en vez de aliviarlo.

Abuso de opioides. El uso problemático de opioides por receta puede ser común en PVV, especialmente si tienen una historia de abuso de drogas, problemas de salud mental y poca adherencia al tratamiento antirretroviral. Una investigación demostró que un 62% de PVV que consumen opioides por receta los toman de manera problemática. [9]

Recaídas y sobredosis. Para PVV con una historia de abuso de alcohol y de drogas, los opioides pueden ocasionar recaídas en el uso de sustancias. Las sobredosis accidentales son comunes, sobre todo cuando los opioides se mezclan con alcohol o benzodiazepinas (como Valium o Xanax), antidepresivos o medicamentos anticonvulsivos. [3]

Atención para el VIH. Los factores específicos del cuidado médico del VIH pueden determinar si los profesionales de la salud observan o no las normas federales para recetar opioides. Por ejemplo, el personal médico puede valorar la retención de pacientes con VIH o un sentido de alianza con sus pacientes como más importante que lineamientos federales conservadores acerca de recetar opioides. Capacitaciones especializadas sobre el recetar opioides podrían ser necesarias para los profesionales de la salud que atienden a las personas con VIH.

¿Cuáles son los riesgos para personas que están en riesgo de adquirir el VIH?

Falta de conocimiento y de programas relacionados con el uso más seguro de drogas inyectables. La epidemia de opioides ha ocasionado un aumento en el consumo de drogas inyectables. Los nuevos consumidores de estas drogas suelen ser personas de raza blanca que viven en zonas rurales o suburbanas, tienen poco conocimiento sobre prácticas de inyección más seguras y sobre los riesgos de contraer hepatitis o VIH y tienen poco (o nulo) acceso a programas educativos y a servicios para consumidores de drogas inyectables como la distribución de jeringas esterilizadas. [11] Estos factores fomentan las condiciones para la propagación rápida del VIH en comunidades específicas.

Hepatitis C. Actualmente, la transmisión de hepatitis C es un riesgo significativo para personas que se inyectan, sobre todo entre los jóvenes y los habitantes de pueblos pequeños y zonas rurales en los Estados Unidos que se inyectan opioides. En 2013, hubo 30,000 nuevos casos de hepatitis C y un incremento de infecciones de hepatitis C en 28 Estados, lo que equivale a un incremento de más de un 150% desde 2010 [11].

Transmisión potencial rápida del VIH. En 2015, el primer brote de VIH vinculado a la inyección de opioides por receta ocurrió en una zona rural del Estado de Indiana. El VIH se propagó rápidamente dentro de esta pequeña comunidad, con 135 pesonas seropositivas, el 80% de las cuales reportaron haber disuelto e inyectado pastillas de oximorfona.

¿Qué debe hacerse?

Ante el dramático aumento de recetas, uso, adicción y sobredosis de opioides en los años recientes, varias agencias federales, estatales y locales han desarrollado normas, reglamentos y programas para promover la seguridad. En 2016, el Centro de Control y Prevención de Enfermedades elaboró una serie de normas con la finalidad de mejorar la comunicación entre profesionales de la salud y pacientes sobre los riesgos y los beneficios de los opioides para el dolor crónico y para mejorar la seguridad y eficacia del tratamiento para el dolor, así como para reducir los riesgos asociados a terapias a largo plazo con opioides, incluyendo la adicción, sobredosis y mortalidad.

Profesionales de la salud

Cuidado o manejo del dolor sin opioides. Los profesionales que atienden a PVV deben tomar en cuenta la edad, género, condición socio-económica, salud mental y consumo de drogas de la persona, ya que el manejar el dolor sin tener en cuenta esas variables puede tener un éxito limitado. El Centro de Control y Prevención de Enfermedades recomienda no recetar opioides como terapia de primera línea para el dolor crónico, por lo que los profesionales deben considerar otros medios para manejar el dolor. La terapia cognitiva conductual, fisioterapia, hipnosis o marihuana para uso medicinal también pueden aliviar el dolor en las personas con VIH. [13]

Prevención de sobredosis. Si profesionales y pacientes deciden usar opioides, los proveedores deberían discutir y proveer a los pacientes material escrito sobre los riesgos de la dependencia y la sobredosis, así como considerar prescribir también naloxona para revertir los efectos potencialmente fatales de una sobredosis.

Personas que viven con el VIH

PVV a las que se les receta opioides deben discutir cualquier inquietud con su médico y preguntar sobre métodos para manejo del dolor que no incorporan opioides. En caso de recetárseles opioides, deberán usarlos por la menor cantidad de tiempo posible y ser conscientes de que se puede crear dependencia casi inmediatamente, dentro de tres días de su consumo. [5] PVV que han venido tomando opioides durante mucho tiempo deberían hablar con su médico sobre cómo pueden irlos dejando o reducir su consumo.

Políticas sanitarias

Sabemos cómo prevenir el VIH y contamos con múltiples intervenciones eficaces para prevenirlo. El brote del VIH en personas que se inyectan drogas en zonas rurales de Indiana demuestra lo que puede pasar cuando el gobierno estatal y las comunidades no invierten en la prevención. Tenemos que comprometernos a promover la educación y los servicios de reducción de riesgos como programas de acceso a jeringas, prevención de sobredosis, incluyendo acceso a naloxona y programas de rehabilitación. [14]

Aunque el conocimiento científico acumulado durante años demuestra la necesidad, la eficacia y los beneficios económicos de programas para personas que se inyectan drogas, aún existen barreras políticas y legislativas para su implementación. Tenemos que apoyar, proteger y ampliar la legislación actual y los programas que promueven la salud y el bienestar de las personas que consumen y usan mal los opioides por receta, incluidas las personas que se inyectan drogas y sus parejas.


¿Quién lo dice?

  1. RTI International. Opioids In America: A complex crisis. A comprehensive response. www.rti.org/sites/default/files/brochures/rti_opioids_in_america.pdf
  2. CDC. Opioid painkiller prescribing: Where you live makes a difference. CDC Vital Signs. July 2014. www.cdc.gov/vitalsigns/opioid-prescribing
  3. Dowell D, Haegerich TM, Chou R. CDC Guideline for Prescribing Opioids for Chronic Pain — United States, 2016. MMWR. 2016;65:1-49.
  4. CDC. Injury prevention and control: Opioid overdose. Drug overdose deaths in the United States continue to increase in 2015. www.cdc.gov/drugoverdose/epidemic/
  5. Shah A, Hayes CJ, Martin BC. Characteristics of initial prescription episodes and likelihood of long-term opioid use — United States, 2006–2015. MMWR. 2017;66:265–269. http://dx.doi.org/10.15585/mmwr.mm6610a1
  6. Liu B, Liu X, Tang SJ. Interactions of opioids and HIV infection in the pathogenesis of chronic pain. Front Microbiol. 2016;7:103.
  7. Zule WA, Oramasionwu C, Evon D, et al. Event-level analyses of sex-risk and injection-risk behaviors among nonmedical prescription opioid users. Am J Drug Alcohol Abuse. 2016;42:689-697.
  8. Cicero TJ, Ellis MS, Surratt HL, Kurtz SP. The changing face of heroin use in the United States: a retrospective analysis of the past 50 years. JAMA Psychiatry. 2014;71(7):821-826.
  9. Turner AN, Maierhofer C, Funderburg NT, et al. High levels of self-reported prescription opioid use by HIV-positive individuals. AIDS Care. 2016;28:1559-1565.
  10. Starrels JL, Peyser D, Haughton L, et al. When human immunodeficiency virus (HIV) treatment goals conflict with guideline-based opioid prescribing: A qualitative study of HIV treatment providers. Subst Abus. 2016;37:148-153.
  11. National Institute on Drug Abuse. Prescription opioids and heroin. NIDA Research Report Series. 2015. www.drugabuse.gov/publications/research-reports/prescription-opioids-heroin
  12. Conrad C,  Bradley HM,  Broz D, et al. Community outbreak of HIV infection linked to injection drug use of oxymorphone — Indiana, 2015. MMWR. 2015;64:443-444. www.cdc.gov/mmWr/preview/mmwrhtml/mm6416a4.htm
  13. Merlin JS. Chronic pain in patients with HIV infection: What clinicians need to know. Topics in Antiviral Medicine. 2015;23:120-124.
  14. Raymond D. Injecting opana: Indiana’s HIV outbreak and America’s opioid epidemic. Harm Reduction Coalition. March 2015. https://harmreduction.org/ 

Gracias a Rachel Anderson, Emily Behar, Neisha Becton, Holvis Delgadillo, Linda Gowing, Barbara Green-Ajufo, Renata Henry, Daryl Mangosing y Savannah O’Neill por revisar esta hoja informativa. Kathleen Clanon está afiliada con Alameda County Health Care Services Agency. Agradecemos la reproducción y la difusión de esta hoja, siempre que sea de manera gratuita y que se cite a la University of California San Francisco. ©2017, University of CA. Preguntas y comentarios pueden enviarse a [email protected].

Esta publicación es un producto del Centro de Investigación sobre la Prevención con el apoyo de los Centros de Control y Prevención de Enfermedades (Cooperative Agreement Number 5U48DP004998).

Resource

Usuarios de drogas

A pesar del alto riesgo de transmisión del VIH al compartir jeringas, la relación que existe entre el VIH y el uso de drogas va mucho mas allá del tema de las jeringas. Las personas adictas al alcohol, al “speed” y a la cocaína-crack, los “poppers” o cualquier otra droga no inyectada, están más propensos que aquellos que no usan drogas a ser portadores del VIH y a convertirse en seropositivos. Aún aquellos personas que no usan drogas intravenosas están mas propensas a participar en actividades sexuales de alto riesgo. Muchos de los usuarios de drogas intravenosas (UDIs) primordialmente usan otras drogas no inyectadas. Cuando un UDI porta el VIH, compartir jeringas puede ser el factor de mayor riesgo, pero el uso de drogas no inyectadas, puede además propiciar conductas de riesgo. Por ejemplo, en un estudio de clientes en programas de tratamiento con “Methadone” que presentaban conductas de alto riesgo, se descubrió que los de mayor riesgo de infectarse con el VIH eran los que usaban cocaína-crack. Al hacer una encuesta a heterosexuales en programas de tratamiento de alcohol en San Francisco, CA se encontraron tasas de infección del 3% entre hombres no UDIs y no homosexuales y del 4% entre mujeres no UDIs. Estas tasas resultan considerablemente altas en comparación con otra encuesta a una población similar en la que los resultados fueron del 0.5% entre hombres y el 0.2% entre mujeres. Un estudio realizados a hombres homosexuales de la ciudad de Boston, MA encontró una estrecha relación entre el uso de inhalantes o “poppers” y la infección del VIH. Los hombres que tuvieron sexo anal bajo los efectos del inhalante estaban 4.2 veces más propensos a ser VIH positivos que los que no estaban bajo estos efectos al tener sexo anal. La cocaína-crack siempre ha estado estrechamente ligada con la transmisión del VIH. Al realizarse un estudio entre jóvenes adultos de 3 vecindarios urbanos que fumaban crack y que nunca se habían inyectado drogas, se obtuvieron tasas de infección del 15.7%. Los más propensos a tener la infección eran las mujeres que habían accedido a tener sexo sin protección a cambio de drogas o dinero y los hombres que tuvieron sexo anal con otros.

Resource

HIV counseling and testing

HIV counseling and testing (C&T) is an important part of a continuum of HIV prevention and treatment services. C&T is one of the main times when a comprehensive individual risk assessment is taken, making it the best opportunity for accurate referrals to more intensive services. C&T is also one of the primary entry points into prevention and other services. C&T uses short, client-centered counseling that can be effective in increasing condom use and preventing sexually transmitted diseases (STDs). Knowing one’s HIV status, whether HIV- or HIV+, is key to preventing the spread of HIV and accessing counseling and medical care. It is estimated that one-fourth of all HIV+ persons in the US do not know they’re infected. A survey of young men who have sex with men (MSM), found that 14% of young Black MSM were HIV+. Among those, 93% were unaware of their infection, and 71% reported it was unlikely they were HIV+. Recently, the Centers for Disease Control and Prevention (CDC) announced an initiative aimed at expanding C&T in the US. Their Strategic Plan for 2005 strives to decrease by 50% the number of people who don’t know their HIV status. If this goal is met by 2010, an estimated 130,000 new HIV infections may be prevented, saving over $18 billion.