Library

Resource

Mundial

¿Qué sirve mejor para la prevención mundial del VIH?

¿cuál es el cuadro internacional del VIH?

Con más de 39 millones de personas viviendo con el VIH alrededor del mundo, la epidemia del VIH/SIDA es una amenaza para cada aspecto del desarrollo económico global.1,2 En 2005, más de 4 millones de personas contrajeron el VIH y casi 3 millones murieron de enfermedades relacionadas con el SIDA.2 El VIH/SIDA se ubica entre las primeras 10 causas de muerte en los países en vías de desarrollo y es la mayor causa de muerte en el África subsahariana. Aunque el África subsahariana es la región más azotada por el VIH, el virus se va extendiendo con alarmante velocidad a partes de Asia y Europa occidental. El VIH tiene tres modos principales de transmisión: el coito (aproximadamente el 80 % de las infecciones en todo el mundo);3 la exposición a sangre o productos sanguíneos infectados, lo cual incluye el consumo de drogas inyectables; y el contagio de una madre VIH+ a su recién nacido. La comunidad internacional reconoce la urgencia de detener la epidemia del SIDA, pero faltan el financiamiento, la voluntad política, la responsabilidad social y los recursos humanos necesarios. Aunque intervenciones ya conocidas podrían evitar casi dos tercios de las infecciones nuevas proyectadas entre el año 2002 y el 2010, menos de una de cada cinco personas con alto riesgo de infectarse tiene acceso a los servicios más básicos de prevención.4

¿cómo se adecua la prevención?

Los estudios sobre la prevención y las experiencias nacionales durante los últimos 20 años sugieren fuertemente que las estrategias alcanzan su mayor eficacia cuando se adecuan cuidadosamente de acuerdo con las características y la etapa de la epidemia en el país o comunidad en cuestión. A pesar de las escasas evaluaciones rigorosas de programas de prevención, las evidencias demuestran que las estrategias adaptadas para reflejar el perfil epidémico regional son las más eficaces y costo-efectivas.5

  • Las epidemias de bajo nivel ocurren en regiones con baja prevalencia del VIH en la población general (< 1%) y también una reducida prevalencia máxima en una población clave (< 5%). Las poblaciones clave incluyen los trabajadores sexuales, los hombres que tienen sexo con hombres (HSH) y los usuarios de drogas inyectables (UDI).
  • Las epidemias concentradas se dan en regiones en donde la prevalencia del VIH en la población general es menos del 1% y la prevalencia máxima en una población clave excede el 5%.
  • Las epidemias generalizadas de bajo nivel ocurren en regiones cuya prevalencia del VIH en la población general es del 1-10% y cuya prevalencia máxima en una población clave es del 5% o más.
  • Las epidemias generalizadas de alto nivel suceden en regiones en donde la prevalencia del VIH en la población general es del 10% o más y la prevalencia máxima en una población clave es del 5% o mayor.

Las siguientes actividades son relevantes para todos los perfiles epidémicos:

  • Enseñanza sexual en las escuelas
  • Programas basados en la participación de pares
  • Información, enseñanza y comunicación (IEC)
  • Detección y tratamiento de ITS
  • Pruebas y consejería voluntarias (PCV)
  • Reducción de daños para los UDI
  • Vigilancia de las conductas riesgosas, las infecciones de transmisión sexual (ITS) y el VIH
  • Promoción y distribución de condones, junto con campañas de publicidad social
  • Prácticas de seguridad para evitar el contacto con sangre
  • Prevención de la transmisión madre-hijo (TMH) y uso de precauciones universales

epidemia de bajo nivel

La provisión amplia de PCV, detección de ITS y profilaxis postexposición podría no ser costo-efectiva en una epidemia de bajo nivel. En esta situación, como ocurre en Oriente Medio y en el Norte de África, las estrategias de control del VIH/SIDA deben enfatizar:

  • Intervención individual en poblaciones clave
  • Uso limitado de los medios masivos para difundir mensajes educativos
  • Programas de prevención para personas VIH+
  • PCV disponibles a las poblaciones con los mayores niveles de conducta riesgosa y tasas de infección
  • Prevención de la TMH entre madres identificadas como VIH+
  • Solución de las ineficiencias del mercado con respecto a la compra y distribución de condones, incluyendo estrategias como compras al por mayor e incentivos
  • Consideración de las actitudes comunitarias hacia la actividad sexual, ya que éstas pueden determinar sus reacciones a los materiales de enseñanza sexual.

epidemia concentrada

En una epidemia concentrada, como las que se dan en el Asia Occidental, el Pacífico, Europa, el Asia Central, América Latina, el Caribe y Surasia, las prioridades de prevención deben incluir:

  • Promoción de las PCV entre las poblaciones clave
  • Pruebas de VIH para mujeres embarazadas, según el perfil de riesgo individual
  • Programas de pares que informen a los individuos en riesgo, promuevan conductas más seguras y repartan condones entre poblaciones clave
  • Programas de intercambio de agujas y de sustitución de drogas para los UDI
  • Pruebas de detección y tratamiento de ITS para los grupos clave de riesgo

Distribución selectiva y promoción de condones entre poblaciones clave, vinculada a las PCV y al tratamiento de ITS. Factores contextuales—tales como el grado de aceptación gubernamental de los programas de intercambio de jeringas, el encarcelamiento de los consumidores de drogas y el hostigamiento de los trabajadores sexuales—probablemente tendrán un efecto considerable sobre la eficacia de los esfuerzos de prevención. El VIH/SIDA se concentra por lo general en poblaciones social y económicamente marginadas en epidemias concentradas, lo cual precisa enfocar los factores socioeconómicos y la estigmatización de las poblaciones clave.

epidemia generalizada de bajo nivel

Aquí, al igual que en algunos países del África subsahariana, las intervenciones selectivas deberán mantenerse o reforzarse. Las intervenciones destinadas a poblaciones más amplias deberán implementarse en forma resolutiva. Entre las prioridades de prevención deben figurar:

  • Mantener la vigilancia en la población entera, con enfoque en la juventud
  • Extender la IEC de los medios masivos más allá de la orientación básica
  • Ampliar la provisión habitual de las PCV y de la detección y tratamiento de ITS más allá de las poblaciones clave
  • Consolidar la distribución de condones para asegurar el acceso universal
  • Ofrecer pruebas de detección del VIH a toda mujer embarazada
  • Ampliar los métodos que involucren a pares y la IEC, con el fin de alcanzar a todas las poblaciones con tasas mayores de ITS y de conducta riesgosa.

Los factores contextuales siguen siendo críticos, pero actualmente imperan los aspectos poblacionales. El más importante probablemente será la condición de la mujer, especialmente con respecto a su capacidad para controlar sus interacciones sexuales, negociar las PCV, protegerse contra el abuso y tener derechos de propiedad como viuda.

epidemia generalizada de alto nivel

En una epidemia generalizada de alto nivel, tal como existe en algunos países del África subsahariana (Botswana y Zimbabwe), es preciso atacar en todos los frentes. Los esfuerzos de prevención deben centrarse en intervenciones de base amplia destinadas a poblaciones concretas y ser capaces de movilizar a la sociedad entera. La prevención debe abarcar:

  • La provisión universal y rutinaria de las PCV, detección de ITS y tratamiento de las mismas
  • La distribución gratuita de condones en todo lugar posible
  • La provisión de PCV para parejas que buscan tener hijos
  • Consejería para ayudar a las mujeres embarazadas y madres nuevas a tomar decisiones informadas sobre el amamantamiento
  • La transferencia de métodos individualizados a estrategias masivas innovadoras, acompañadas por evaluaciones de eficacia
  • La utilización de los medios masivos como herramienta para movilizar a la sociedad y modificar las normas sociales
  • El uso de espacios que permitan alcanzar a gran número de personas para diversas intervenciones—lugares de trabajo, centros de tránsito, movilizaciones políticas, escuelas, universidades y campamentos militares

En una epidemia generalizada de alto nivel, los factores contextuales como la pobreza y la fragilidad de la infraestructura sanitaria afectarán en forma dramática a la prestación de servicios en todos los niveles. La condición de la mujer se convierte en una preocupación primordial en este ambiente y requiere de acción prioritaria con el fin de alterar radicalmente las normas de género y la vulnerabilidad económica, social, legal y física de las jóvenes y mujeres.

¿qué queda por hacer?

La magnitud y gravedad de la pandemia mundial son un llamado a la acción. La mezcla y distribución adecuada de intervenciones de prevención y tratamiento depende de la etapa de la epidemia en el país en cuestión y del contexto en el que suceda. Sin datos firmes que orienten los objetivos programáticos, las estrategias nacionales tal vez no reflejen las prioridades dictadas por el perfil epidémico determinado, generando así inversiones altamente ineficientes en la prevención y atención del VIH/SIDA. Tal derroche sin duda agrava la escasez de fondos y produce infecciones de VIH innecesarias así como muertes prematuras.


¿Quién lo dice?

1. The information in this fact sheet is taken directly from the following chapter: Bertozzi S, Padian NS, Wegbreit J, et al. HIV/AIDS Prevention and Treatment. In: Disease Control Priorities in Developing Countries. April 2006. 2. UNAIDS (Joint United Nations Programme on HIV/AIDS). 2006 Report on the global AIDS epidemic. 3. Askew I, Berer M. The contribution of sexual and reproductive health services to the fight against HIV/AIDS: A review. Reproductive Health Matters. 2003;11:51–73. 4. Stover J, Bertozzi S, Gutierrez JP, et al. The global impact of scaling-up HIV/AIDS prevention programs in low- and middle-income countries. Science. 2006;311:1474-1476. 5. Wegbreit J, Bertozzi S, Demaria LM, et al. Effectiveness of HIV prevention strategies in resource-poor countries: tailoring the intervention to the context. AIDS. 2006;20:1217-1235.


Preparado por Nancy Padian PhD*, Stefano Bertozzi,PhD** *Womens Global Health Imperative, UCSF; **Instituto Nacional de Salud Publica, Mexico Traducido por Rocky Schnaath Mayo 2007. Hoja de Dato #62S

Resource

Mujeres negras

¿Qué necesitan las mujeres negras para evitar el VIH?

¿Afecta el VIH a las mujeres negras?

Sí. Desde el inicio de la epidemia, el VIH ha azotado a los hombres y mujeres negros radicados en EE.UU. A pesar de componer sólo el 12% de la población femenina del país, en el 2006 las mujeres negras representaban el 61% de los casos nuevos entre mujeres.1 Se diagnostica el VIH a mujeres negras con 15 veces más frecuencia que a mujeres caucásicas.1 Las mujeres negras también tienen altas tasas de infecciones transmitidas sexualmente (ITS), lo cual puede promover la transmisión del VIH. En el 2006, la tasa de clamidia entre mujeres negras era 7 veces mayor, la de gonorrea 14 veces mayor y la de sífilis 16 veces mayor que entre mujeres caucásicas.2 Estas cifras y estadísticas no terminan de revelar toda la riqueza y diversidad de las vidas de las mujeres negras, un grupo que abarca a oficinistas y obreras, cristianas y musulmanas, habitantes de áreas urbanas y de suburbios, descendientes de esclavos e inmigrantes caribeñas recién llegadas. Ellas trabajan, estudian, crían a sus familias, se enamoran. El VIH entre las mujeres negras no se debe exclusivamente a su conducta individual, sino a un sistema complejo de aspectos sociales, culturales, económicos, geográficos, religiosos y políticos los cuales se entrelazan para afectar a su salud.3

¿Cuáles de ellas corren riesgo de contraer el VIH?

Los principales factores de riesgo de contraer el VIH son: tener otra ITS que no sea el VIH, no protegerse durante las relaciones sexuales vaginales o anales con una persona VIH positiva e inyectarse drogas con equipos previamente usados por una persona VIH+. Otro riesgo es ignorar los riesgos de su pareja, por ejemplo, si él usa drogas inyectables o tiene otras parejas sexuales concurrentes, y desconocer su condición de VIH. De las mujeres negras infectadas por VIH en el 2005, el 80% se contagiaron por contacto heterosexual y él 18% por inyección de drogas.4 Las mujeres jóvenes y las adolescentes resultan excesivamente afectadas. En el 2004, el VIH fue la primera causa de muertes en mujeres negras de 25-34 años de edad.5 Las adolescentes (13-19 años de edad) negras componían el 69% de los nuevos casos de SIDA en el 2006, mientras que su proporción de la población general de adolescentes en EE.UU. apenas alcanza el 16%.6

¿Qué aspectos influyen en el riesgo de contraer el VIH?

Al protegerse durante el sexo, muchas mujeres se preocupan más por evitar el embarazo que el VIH/ITS, y son menos propensas a combinar dos métodos de protección (por ejemplo: la pastilla anticonceptiva junto con el condón). Más jóvenes negras que caucásicas usan anticonceptivos implantados o inyectables (el parche, Norplant), por lo que es menos probable que usen condones los cuales las protegerían contra el VIH.7 También es más común que las mujeres negras, especialmente las que viven en zonas de bajos ingresos, recurran a la esterilización para controlar la natalidad.8 La prevención del VIH muchas veces pasa a segundo plano para las mujeres que luchan para conseguir trabajo, alimentos, vivienda o cuidado infantil. La mayoría de los casos de VIH/SIDA en mujeres negras ocurren en los cascos urbanos y áreas rurales, donde abunda la pobreza y escasean empleos y vivienda.9 Estas mujeres son más propensas a quedarse sin vivienda, tener sexo a cambio de dinero o alojamiento, consumir drogas (heroína, cocaína crack) y alcohol, depender de un hombre para su sustento y sufrir violencia o trauma. Todas estas condiciones minan la capacidad de la mujer para rechazar el sexo, usar condón y limpiar jeringas al inyectarse para protegerse contra el VIH. Otro factor que aumenta el riesgo de contraer el VIH es la alta proporción de hombres afroamericanos encarcelados, lo cual merma su presencia en la comunidad desestabilizando así a las parejas y promoviendo la formación de relaciones de pareja concurrentes de mayor riesgo (tener más de una pareja sexual durante cierto tiempo y alternar entre una y otra pareja).10 La proporción de hombres en relación con mujeres es mucho menor entre afroamericanos que cualquier otro grupo étnico en EE.UU. El gran número de hombres negros muertos por enfermedades y actos de violencia así como encarcelados genera muchas secuelas en la comunidad, entre ellas el reducido número de candidatos a parejas. Esto lleva a que algunas mujeres con conductas de bajo riesgo se emparejen con hombres cuya conducta es de alto riesgo.3

¿Estarán enteradas las mujeres negras del riesgo que corren?

Al hacerse la prueba del VIH muchas mujeres negras responden que su categoría de transmisión es ninguna o desconocida, por lo que se ha inferido que ellas desconocen su riesgo de contraer el VIH. En comunidades negras existe una historia de relaciones sociales entre personas de alto riesgo y otras de menor riesgo,11 lo cual aumenta sus posibilidades de conocer y salir con una pareja con antecedentes riesgosos. Al contrario, es posible que aun conociendo los riesgos, las mujeres negras los acepten más debido a este entretejimiento social. Las mujeres negras reconocen el riesgo que corren, según lo evidencia la proporción de pruebas de VIH entre ellas en comparación con cualquier otro grupo racial. Casi los dos tercios (el 65%) de las mujeres negras de 15-44 años de edad se han hecho la prueba del VIH alguna vez, y dos veces más se sometieron a la prueba durante los últimos 12 meses que mujeres caucásicas (el 25% en comparación con el 13%).12 Debido a las tasas descomunales de ITS y VIH en su comunidad, los hombres y mujeres negros corren un riesgo mucho mayor de tener contacto con una persona infectada en comparación con otros grupos. Esto significa que aunque las mujeres negras practiquen menos conductas riesgosas que las mujeres caucásicas,3 tienen que hacer mucho más que otras mujeres para lograr protegerse.3

¿Qué se está haciendo al respecto?

Once intervenciones han sido aprobadas por el CDC para mujeres y adolescentes negras en categoría de mejor o prometedora evidencia o forman parte del proyecto DEBI (Diffusion of Effective Behavioral Interventions).13 Otras organizaciones a lo largo de EE.UU. también brindan servicios innovadores de prevención del VIH con y para mujeres negras y enfocados en la mujer íntegra como parte de una comunidad, sin limitarse únicamente a su conducta sexual o consumo de drogas. Es importante apoyar a mujeres con parejas encarceladas. HOME (Health Options Mean Empowerment) capacitó a mujeres cuyas parejas masculinas estaban a punto de salir de la prisión estatal, capacitándolas para orientar a otras mujeres que visitaban a reclusos y también en la comunidad. HOME ofreció almuerzos grupales para mujeres mientras esperaban en la prisión antes de entrar a visitar a sus parejas; pláticas sobre la salud general (temas: diabetes, presión arterial, obesidad, dejar de fumar); la salud sexual–pláticas sobre el VIH/ITS; ferias de salud; y remisión a servicios en la comunidad y de apoyo para mujeres que visitan a sus compañeros encarcelados. Las participantes reportaron menos contactos sexuales sin protección, más pruebas de VIH y mejor comunicación con sus parejas sobre temas relacionados con el VIH.14 Un reciente ensayo grande implementado en varios lugares describió un programa para parejas afroamericanas VIH serodiscordantes, el Eban HIV/STD Risk Reduction Intervention, que ofrece 8 sesiones semanales de 2 horas para comentar los factores individuales, interpersonales y comunitarios que contribuyen en varios niveles a las conductas de riesgo del VIH. Cuatro sesiones se dedican a la comunicación, resolución de problemas y toma de decisiones sobre mayor protección durante el sexo dentro de la pareja. Las cuatro reuniones restantes abarcan cómo cambiar actitudes y normas entre pares, cómo eliminar el estigma de ser una pareja serodiscordante y cómo ampliar los apoyos para parejas en la comunidad.15 Para llegar a las mujeres negras en sus propias comunidades, muchas intervenciones de prevención del VIH se han ubicado en salones de belleza y de estética, que brindan un ambiente de confianza en donde recibir condones e información sobre el VIH. En el condado de Durham, NC, Project StraightTalk ha capacitado desde 1988 a peluqueros y esteticistas a informar a sus clientes sobre las ITS/VIH. El proyecto ofrece capacitaciones anuales, regala condones y materiales educativos a cada salón dos veces por mes y produce carteles individualizados para los salones.16

¿Qué queda por hacer?

El VIH seguirá azotando a la comunidad afroamericana a menos que los esfuerzos de prevención y atención se combinen con otros con el fin de eliminar las causas subyacentes de la enfermedad.3 Las niñas, adolescentes y mujeres negras necesitan apoyos en su entorno social que les permitan desarrollar relaciones, familias, vecindarios y comunidades más fuertes y reducir su riesgo de contraer el VIH y otras enfermedades. Los programas de prevención del VIH destinados a sus compañeros pueden beneficiar tanto a las mujeres como a los hombres. Las mujeres negras deben crear y dirigir programas eficaces de prevención del VIH que incluyan capacitación laboral, consejería para parejas, bancos de alimentos, asistencia de vivienda, servicios de salud mental, tratamiento de abuso de alcohol y drogas, y servicios familiares. El gobierno y otros organismos de subvención necesitan entender que todos estos aspectos forman parte íntegra de la prevención del VIH y por tanto deben ser subvencionados como tal.

¿Quién lo dice?

1. CDC. Subpopulation Estimates from the HIV Incidence Surveillance System—United States, 2006. Morbidity and Mortality Weekly Report. 2008;57;985-989. 2. CDC. Sexually Transmitted Disease Surveillance, 2006. November 2007. 3. Aral SO, Adimora AA, Fenton KA. Understanding and responding to disparities in HIV and other sexually transmitted infections in African Americans. Lancet. 2008;372:337-340. 4. Rose MA, Telfair Sharpe T, Raleigh K, et al. An HIV/AIDS crisis among African American women: A summary for prevention and care in the 21st century. Journal of Women’s Health. 2008;17:321-324. 5. HIV/AIDS among women. Fact sheet prepared by the CDC. August 2008. 6. Black Americans and HIV/AIDS. Fact sheet by the Kaiser Family Foundation. October 2008. 7. Abma JC, Martinez GM, Mosher WD, et al. Teenagers in the United States: Sexual activity, contraceptive use, and childbearing, 2002. Vital and Health Statistics. 2004;23. 8. Mosher WD, Deang LP, Bramlett MD. Community environment and women’s health outcomes: Contextual data. Vital and Health Statistics. 2003;23. 9. Fullilove RE. African Americans, health disparities and HIV/AIDS. Report prepared by the National Minority AIDS Council. November 2006. 10. Harawa N, Adimora A. Incarceration, African Americans and HIV: advancing a research agenda. Journal of the National Medical Association. 2008;100:57-62. 11. Adimora AA, Schoenbach VJ, Doherty IA. HIV and African Americans in the Southern United States: sexual networks and social context.Sexually Transmitted Diseases. 2006;33:S39-S45. 12. Anderson JE, Chandra A, Mosher WD. HIV Testing in the United States, 2002. Advance Data for Vital and Health Statistics. 2005;363:16. 13. Centers for Disease Control and Prevention. Updated Compendium of Evidence-Based Interventions, 2007. 14. Grinstead O, Comfort M, McCartney K, et al. Bringing it home: design and implementation of an HIV/STD intervention for women visiting incarcerated men. AIDS Education and Prevention. 2008;20:285-300. 15. NIMH Multisite HIV/STD Prevention Trial for African American Couples Group. Eban HIV/STD Risk Reduction Intervention: Conceptual basis and procedures. Journal of AIDS. 2008;49:S15–S27. 16. Lewis YR, Shain L, Crouse Quinn S, et al. Building community trust: lessons from an STD/HIV peer educator program with African American barbers and beauticians. Health Promotion Practice. 2002;3:133-143.
Una publicación del Centro de Estudios para la Prevención del SIDA (CAPS) y el Instituto de Investigaciones sobre SIDA (ARI), Universidad de California en San Francisco (UCSF). Se autoriza la reproducción (citando a UCSF) más no la venta de copias este documento. También disponibles en inglés. Para recibir las Hojas de Datos por correo electrónico escriba a [email protected] con el mensaje “subscribe CAPSFS nombre apellido” ©UCSF 2010
Resource

Sex education

What works best in sex/HIV education?

why sex/HIV education?

Sex and HIV education programs have multiple goals: to decrease unintended pregnancy, to decrease STDs including HIV and to improve sexual health among youth. In 2005, almost two-thirds (63%) of all high school seniors in the US had engaged in sex, yet only 21% of all female students used birth control pills before their last sex and only 70% of males used a condom during their last sexual intercourse.1 In 2000, 8.4% of 15-19 year old girls became pregnant, producing one of the highest teen pregnancy rates in the western industrial world.1 Persons aged 15-24 had 9.1 million new cases of STDs in 2000 and made up almost half of all new STD cases in the US.3 There are numerous factors affecting adolescent sexual behavior and use of protection. Some of these factors have little to do with sex, such as growing up in disadvantaged communities, having little attachment to parents or failing at school. Other factors are sexual in nature, such as beliefs, values, perceptions of peer norms, attitudes and skills involving sexual behavior and using condoms or contraception.4 It is these sexual factors that sex/HIV education programs can potentially affect, thereby impacting behavior. Sex/HIV education programs alone cannot totally reduce sexual risk-taking, but they can be an effective part of a more comprehensive initiative.

do sex/HIV education programs work?

Yes. Some sex/HIV education programs delay initiation of intercourse, reduce the frequency of sex, reduce the number of sexual partners and increase use of condoms or other forms of contraception. Also, research indicates that sex/HIV education programs–even those that encourage condom and contraceptive use–do not increase sexual activity. In a recent review, almost two-thirds of the programs evaluated within the US significantly improved one or more of these behaviors. The results were even more positive in developing countries. Thus, many programs are effective, but others may not be and communities should implement either those programs that have been demonstrated to be effective or those programs that incorporate common characteristics of effective programs.5

can effective programs be replicated?

Yes. Several curricula have been implemented and evaluated up to five times in different states and consistently produced positive changes in sexual behavior when implemented as designed. One of them was even replicated in more than 80 CBOs and found to be effective.6 However, when the curricula are greatly shortened, when condom lessons are cut, or when programs designed for the community are implemented in the classroom, they are less likely to significantly change behavior.

which curricula are most likely to significantly change behavior?

  • In a randomized trial of young women, SiHLE (sistering, informing, healing, living, and empowering) significantly increased condom use, reduced the pregnancy rate and reduced the STD rate.7
  • In four different studies, Reducing the Risk delayed the initiation of sex and/or increased condom use for up to 18 months.8,9
  • In a randomized trial, Safer Choices delayed sex among some youth and increased condom and contraceptive use among sexually active youth over a 31 month period.10
  • Finally, in multiple randomized trials, Making Proud Choices11 and Becoming a Responsible Teen12 increased condom use for at least one year.
These and other effective programs share 17 characteristics that contribute to their success. Characteristics are divided into development, the curriculum itself, and implementation.

how are effective programs developed?

Effective programs can be developed by teams of people with backgrounds in psychosocial theory, adolescent sexual behavior, curriculum design, community culture and/or teaching sex/HIV education. They review local data on teens’ sexual behavior, pregnancy rates and STD rates and often conduct focus groups with teens and interviews with adults. Using a logic model framework, they identify the behaviors they want to change, the risk and protective factors affecting them and activities that would change them. They then design activities consistent with community values and resources and finally pilot-test and revise the curricula.

what do effective curricula look like?

Effective curricula really focus on reducing unintended pregnancy, STD/HIV or both. They do this by emphasizing the consequences of unintended pregnancy, STDs or HIV, and the risk of experiencing them; by giving a very clear message about sexual behavior; and by discussing situations that might lead to sex and how to avoid or get out of those situations. Particularly important are the behavioral messages. Effective curricula most commonly emphasize that abstinence is the safest and best approach and encourage condom/contraceptive use for those having sex. Sometimes other values, such as being proud, being responsible, respecting yourself, sticking to your limits and remaining in control, are also emphasized, and are clearly linked to particular behaviors. Effective curricula incorporate activities, instructional methods and behavioral messages that are appropriate to the youths’ culture, developmental age, gender and sexual experience. All actively involve youth to help them personalize the information.
  • To increase basic knowledge about risks of teen sex and methods of avoiding intercourse or using protection, effective programs can use: short lectures, class discussions, competitive games, skits or videos and flip charts or pamphlets.
  • To address risk, programs can use: data on the incidence or prevalence of pregnancy or STD/HIV among youth and their consequences, class discussions, HIV+ speakers, and simulations such as the STD handshake.
  • To change individual values and peer norms about abstinence and condom use, programs can use: clear behavioral messages, forced choice value exercises, peer surveys/voting, peer role plays, discussions of effectiveness of condoms and visits to drug stores or clinics where condoms are sold or distributed.
  • To build skills to help avoid unwanted or unprotected sex and insist on and use condoms or contraception, programs can use: role playing including describing the skills, modeling the skills and repeated individual practice role playing the skills.
  • To use condoms properly, youth can practice opening the package and putting a condom over their fingers, or talking through all the steps for using condoms.

how are effective programs implemented?

When effective programs are implemented, they typically obtain necessary support from appropriate authorities, select educators with desirable traits and train them, implement activities to recruit and retain youth if needed, and implement the curricula with fidelity. Programs can be effective with either adult or peer educators.

what needs to be done?

Policy makers should fund and encourage the implementation of sex/HIV education programs that have been demonstrated to be effective. If a new program is used, it should have the common characteristics of effective programs. Untested programs should be evaluated for effectiveness. Although programs should be implemented everywhere, they especially should be implemented in the locations and among populations where youth are at highest risk for HIV, STDs and unplanned pregnancy. In order for evidence-based sex/HIV education programs to be implemented broadly, they should have support from appropriate authorities such as directors of youth-serving organizations, school districts, principals and teachers. Staff or teachers conducting programs should be trained and supported to implement programs with fidelity. This includes allowing enough time in the classroom or organization to deliver the program.
Says who? 1. Centers for Disease Control and Prevention. Youth risk behavior surveillance – United States, 2005. Surveillance Summaries. June 9, 2006. 2. Alan Guttmacher Institute. U.S. teenage pregnancy statistics: Overall trends, trends by race and ethnicity and state-by-state information. New York: The Alan Guttmacher Institute, 2004. 3. Weinstock H, Berman S, Cates W. Sexually transmitted diseases among American youth: incidence and prevalence estimates, 2000. Perspectives in Sexual and Reproductive Health. 2004;36:6-10. 4. Kirby D, Lepore G, Ryan J. Sexual risk and protective factors: Factors affecting teen sexual behavior, pregnancy, childbearing and sexually transmitted disease: Which are important? Which can you change? Washington DC: National Campaign to Prevent Teen Pregnancy. 2005. 5. Kirby D, Laris BA, Rolleri L. Sex and HIV education programs for youth: Their impact and important characteristics. Washington DC: Family Health International, 2006. 6. Jemmott III, JB. Effectiveness of an HIV/STD risk-reduction intervention implemented by nongovernmental organizations: A randomized controlled trial among adolescents. Presented at the American Psychological Association Annual Conference. Washington DC: August, 2005. 7. DiClemente RJ, Wingood GM, Harrington KF, et al. Efficacy of an HIV prevention intervention for African American adolescent girls: a randomized controlled trial. Journal of the American Medical Association. 2004;292:171-179. 8. Kirby D, Barth RP, Leland N, et al. Reducing the risk: Impact of a new curriculum on sexual risk-taking. Family Planning Perspectives. 1991;23:253-263. 9. Hubbard BM, Giese ML, Rainey J. A replication of Reducing the Risk, a theory-based sexuality curriculum for adolescents. Journal of School Health. 1998;68:243-247. 10. Kirby DB, Baumler E, Coyle KK, et al. The “Safer Choices” intervention: its impact on the sexual behaviors of different subgroups of high school students. Journal of Adolescent Health. 2004;35:442-452. 11. Jemmott JB, Jemmott LS, Fong GT. Abstinence and safer sex: A randomized trial of HIV sexual risk-reduction interventions for young African-American adolescents. Journal of the American Medical Association. 1998;279:1529-1536. 12. St. Lawrence JS, Brasfield TL, Jefferson KW, et al. Cognitive-behavioral intervention to reduce African American adolescents’ risk for HIV infection. Journal of Consulting and Clinical Psychology. 1995;63:221-237. *All websites accessed July 2006
Prepared By Douglas Kirby PhD, ETR Associates September 2006 . Fact Sheet #10ER Special thanks to the following reviewers of this Fact Sheet: Forrest L. Alton, Suzan Boyd, Karin Coyle, Glenn Dodd, Polly Edwards, Erin Johnson, Barbara Richardson-Todd, John Santelli, William Smith, Katherine Suellentrop, Mary Martha Wilson, Paulina Zamudio. Reproduction of this text is encouraged; however, copies may not be sold, and the Center for AIDS Prevention Studies at the University of California San Franciso should be cited as the source of this information. For additional copies of this and other HIV Prevention Fact Sheets, please call the National Prevention Information Network at 800/458-5231. Comments and questions about this Fact Sheet may be e-mailed to [email protected]. © September 2006, University of California
Resource

Mujeres transgénero

¿qué necesitan las personas transgénero de masculino a femenino (MAF) para prevenir el VIH?

¿qué significa ser transgénero?

Transgénero es un término amplio que se refiere a las personas que no pueden o no quieren conformarse con las normas sociales asociadas a su sexo físico.1 Estas personas poseen una identidad, expresión o comportamientos que no se relacionan tradicionalmente con su sexo de nacimiento. Las personas transgénero tienen diferentes grados o niveles de “transformación genérica” y viven conforme al género que han escogido autoidentificándose ya sea como: mujeres, hombres, transmujeres, transhombres, transexuales sin operarse, transexuales preoperadas, transexuales operados u operadas (reasignación sexual quirúrgica) o transvestistas, entre otras identidades. Estos términos varían según la región y la época. Esta hoja informativa se concentra en las personas transgénero de Masculino a Femenino (MAF) debido a que tienen mayores índices de riesgo de infección por VIH que las de Femenino a Masculino.

¿tienen riesgos las MAF?

Sí. Las MAF tienen un alto riesgo de infección por VIH. En 1997 las tasas de infección de MAF en San Francisco fueron de un 35% y de un 22% en 1998 en Los Angeles.2,3 Un estudio realizado en Atlanta con trabajadoras sexuales MAF encontró que un 68% eran VIH positivas.4 Las tasas de infección entre las MAF continúan en aumento. Se estima que el porcentaje de nuevas infecciones varía entre el 3% y el 8% anual.3,5 Las MAF Afroamericanas tienen un índice de infección más alto que otros grupos étnicos y raciales.2-5 El uso de drogas inyectables también es común entre las MAF y eso las pone aún más a riesgo. En un estudio realizado en San Francisco, el 18% de las participantes respondieron que habían usado drogas inyectables durante los últimos seis meses y la mitad de éstas compartieron sus jeringas.2 Las MAF pueden también inyectarse hormonas para afeminar sus cuerpos. El riesgo de infección por el uso de hormonas inyectadas varía regionalmente. En Nueva York se reporta un riesgo mayor que en San Francisco debido a las diferencias en el acceso a las hormonas y a jeringas apropiadas.2,6 En San Francisco, los programas de intercambio de jeringas ofrecen jeringas adecuadas para la inyección de hormonas y clínicas ofrecen terapia hormonal gratis o de bajo costo.

¿qué pone a las MAF en riesgo?

La transfobia o sea la estigmatización social generalizada hacia las MAF, aumenta enormemente su riesgo de infección. Esta intensa estigmatización las marginaliza socialmente y redunda en que se les niegue oportunidades de educación, empleo y vivienda.7,8 También les crea múltiples barreras para el acceso a los servicios de salud. Esta marginalización disminuye la autoestima de las MAF, incrementa la probabilidad de que se prostituyan para sobrevivir y reduce sus posibilidades de practicar sexo protegido.9 Todo esto se refleja en las altas tazas de MAF de infección por el VIH y otras enfermedades de transmisión sexual, uso de drogas e intentos de suicidio. Las MAF tienen relaciones sexuales principalmente con hombres y de forma anal receptiva, lo cual, también aumenta su riesgo.2,3,10 Algunas MAF que son trabajadoras sexuales no usan condones si sus clientes les ofrecen más dinero;8 sin embargo, algunos estudios han demostrado que la mayoría de las prácticas sexuales sin protección no ocurren con sus clientes sino con sus parejas.3

¿cuáles son las barreras a la prevención?

La pobreza, la baja autoestima, la depresión, el rechazo, el aislamiento y la falta de poder son factores psicosociales que las propias MAF han citado como barreras para la reducción de riesgos respecto al VIH y al uso de drogas. Por ejemplo, muchas MAF dicen que el sexo sin protección reafirma su identidad con el género femenino y aumenta su autoestima.10,11 Para muchas MAF asegurar empleo y vivienda es más imperante que prevenir el VIH. Estas necesidades deben ser atendidas para que los esfuerzos de prevención sean eficaces.11 Muchas MAF no acuden a los servicios de prevención del VIH o de salud debido a la falta de sensibilidad de los proveedores de salud11,12 o bien porque tienen miedo de ser descubiertas como transgénero.13 Debido a la transfobia, algunos programas de prevención para las MAF han tenido dificultades para alquilar un local.

¿qué se está haciendo?

El proyecto “Transgender Resources and Neighborhood Space (TRANS)” del Centro de Estudios para la Prevención del SIDA en San Francisco, CA, imparte talleres para las MAF sobre el abuso de drogas, el VIH, el sexo comercial, cómo cuidarse a sí mismas y cómo sobrevivir al medio. Ofrece también un centro donde las MAF pueden descansar, bañarse y socializar. Todas las actividades son facilitadas por promotores de salud. Este proyecto colabora con un programa de la agencia Walden House para que las MAF con adicción a las drogas se recuperen, el cual les ofrece una terapia más amplia, consejería, programas de mentores y adiestramiento sobre las destrezas indispensables para subsistir de acuerdo a las necesidades de las propias MAF.14 El Programa de Sexualidad Humana (PHS por sus siglas en inglés) de la Universidad de Minnesota desarrolló y evaluó un proyecto comunal para las MAF basado en el modelo de Creencias sobre la Salud (Health Belief) y en el erotismo del sexo con protección. Aunque fue bien recibido, las participantes reafirmaron la necesidad de una perspectiva más amplia que incorpore todos los aspectos de la salud ya que eran más importantes sus preocupaciones sobre el género que sobre el VIH. Ahora el PHS ofrece talleres sobre “Salud para todos los géneros” basados en un modelo de salud sexual que ubica los riesgos del VIH en el contexto de la vida de las participantes y toca temas como la estigmatización, los encuentros románticos, el desempeño sexual, el abuso de sustancias y la violencia. El programa combina la educación con el entretenimiento, y presenta a MAF que son celebridades y profesionales de la salud.15 El programa “Transgender Harm Reduction” en West Hollywood, CA, tiene promotores de salud y de alcance para MAF de alto riesgo que viven tanto en las calles como en los suburbios. También cuenta con talleres para desarrollar destrezas, mentoría y adiestramiento laboral. Los talleres incluyen temas sobre higiene y arreglo personal, legalización y documentación, cuidado de la salud y terapia hormonal y reducción del riesgo para contraer el VIH. El programa maneja de manera implícita la importancia de aumentar la autoestima para poder adoptar comportamientos más seguros.16 Desde 1993, “Gender Identity Support Services for Transgenders (GISST)” en Boston, MA, ha prestado servicios a las personas VIH- y VIH+. GISST provee educación sobre el SIDA, pruebas de VIH, tratamientos para evitar el consumo del alcohol y las drogas, consejería, adiestramiento laboral, destrezas para socializar, consejería sobre la aceptación social y la identidad de género. Patrocinan almuerzos sobre temas como la cirugía y las hormonas, con invitados especiales, videos o con personas transgénero que comparten sus experiencias.17

¿qué más hay por hacer ?

El temor social y la intolerancia hacia MAF limitan enormemente a muchas de ellas para que tengan una vida sana. Algunas ciudades y estados han decretado leyes contra la discriminación de personas transgénero para la vivienda y el empleo. Las entidades sin dichas legislaciones deben de considerar tenerlas. Estos cambios se han producido gracias al activismo y la intervención de las personas transgénero. Se debe desarrollar y evaluar programas de pares (peer based) para las MAF que incluyan: 1) trabajo de promoción de salud para las prostitutas que trabajan en las noches y las madrugadas; 2) programas de intercambio de jeringas apropiadas para la inyección de hormonas; 3) intervenciones individuales y grupales sobre las barreras psicosociales para la prevención del VIH. Contratar y adiestrar a MAF en programas de prevención, no sólo proveería una fuente de empleo muy necesitada, sino que ofrecería programas de prevención del VIH apropiados culturalmente.12 Si la terapia hormonal se hace más accesible, se podría motivar a las MAF a que utilicen los servicios de salud, en los que a su vez, podrían obtener información para la prevención del VIH. Estas intervenciones pueden ser más eficaces si se combinan con programas de empleo, vivienda y educación. Los esfuerzos de prevención deben incluir a las parejas y amigos de las MAF. Las MAF no han sido incluidas en los sistemas de clasificación del VIH del CDC (Centro para el Control y Prevención de Enfermedades). Aparecen como hombres que tienen sexo con hombres o como mujeres heterosexuales. Se deben incluir categorías específicas para las personas transgénero en todos los formularios federales y locales para recaudar datos. Hay una necesidad enorme de adiestramientos sobre comunidad transgénero que sensibilicen a todos los proveedores de servicios públicos como médicos, enfermeras, personal de las clínicas (recepcionistas), la policía y los empleados de los servicios de emergencias (paramédicos, bomberos). Abogar para aumentar el acceso a servicios de salud y realizar investigaciones, trabajo político y educación que sean culturalmente apropiados, se han citado como factores que mejoran la salud de las personas transgénero.18


¿Quién lo dice?

  1. Gender Education and Advocacy. Gender Variance: A Primer. 2001. https://vawnet.org/sites/default/files/materials/files/2016-08/GenderVariance.pdf
  2. Clements-Nolle K, Marx R, Guzman R, et al. HIV prevalence, risk behaviors, health care use, and mental health status of transgender persons in San Francisco: Implications for public health intervention. American Journal of Public Health. 2001;91:915-921.
  3. Simon PA, Reback CJ, Bemis CC. HIV prevalence and incidence among male-to-female transsexuals receiving HIV prevention services in Los Angeles County (letter). AIDS. 2000;14: 2953-2955.
  4. Elifson KW, Boles J, Posey E, et al. Male transvestite prostitutes and HIV risk. American Journal of Public Health. 1993;83:260-262.
  5. Kellogg TA, Clements-Nolle K, McFarland W, et al. Incidence of Human Immunodeficiency Virus (HIV) among male-to-female transgendered persons in San Francisco. Journal of the Acquired Immune Deficiency Syndromes. in press.
  6. McGowan CK. Transgender needs assessment. The HIV Prevention Planning Unit of the New York City Department of Health. December 1999.
  7. Green J. Investigation into Discrimination against Transgendered People: A Report by the Human Rights Commission, City and County of San Francisco. 1994;1:8-10 & 43-52.
  8. Nemoto T, Luke, D, Mamo L, et al. HIV risk behaviors among maleto-female transgenders in comparison with homosexual or bisexual males and heterosexual females. AIDS Care.1999;11:297-312.
  9. Bockting WO, Robinson BE, Rosser BR. Transgender HIV prevention: a qualitative needs assessment. AIDS Care. 1998;10:505-525.
  10. Boles J, Elifson KW. The social organization of transvestite prostitution and AIDS. Social Science and Medicine. 1994;39:85-93.
  11. Clements-Nolle K, Wilkinson W, Kitano K. HIV Prevention and Health Service Needs of the Transgender Community in San Francisco. In W. Bockting & S Kirk editors: Transgender and HIV: Risks, prevention and care. Binghampton, NY: The Haworth Press, Inc. 2001; in press.
  12. Feinberg L. Trans health crisis: for us it’s life or death. American Journal of Public Health. 2001;91:897-900.
  13. Xavier J. The Washington Transgender Needs Assessment Survey. Administration for HIV & AIDS, District of Columbia Government. 2000.
  14. UCSF CAPS, Health Studies for People of Color. Contact Joanne Keatley 415/476-2364.
  15. Bockting WO, Rosser S, Coleman E. Transgender HIV prevention: a model education workshop. Journal of the Gay and Lesbian Medical Association. 2000;4:175-183. https://link.springer.com/article/10.1023/A:1026511822410 
  16. Reback K, Lombardi EL. HIV risk behaviors of male-to-female transgenders in a communitybased harm reduction program. International Journal of Transgenderism. 1999;3:1+2.
  17. Hope Mason T, Connors MM, Kammerer CA. Transgenders and HIV risks: needs assessment. Prepared by the Massachusetts Department of Public Health, HIV/AIDS Bureau. August 1995. GISST: 617/720-3413.
  18. Lombardi E. Enhancing transgender health care. American Journal of Public Health. 2001;91:869-872.

PREPARADO POR JOANNE KEATLEY, MSW* Y KRISTEN CLEMENTS-NOLLE, MPH**, TRADUCIÓN MATEO RUTHERFORD Y ROY ROJAS *CAPS, **SF DEPARTAMENTO DE SALUD PÚBLICA


Se autoriza la reproducción (citando a UCSF) mas no la venta de copias este documento. Para obtener copias llame al National Prevention Information Network al 800/458-5231 o visite https://prevention.ucsf.edu/ También disponibles en inglés. Comentarios o preguntas pueden dirigirse a: [email protected] ©Enero 2002, UCSF.

Resource

Usuarios de drogas

A pesar del alto riesgo de transmisión del VIH al compartir jeringas, la relación que existe entre el VIH y el uso de drogas va mucho mas allá del tema de las jeringas. Las personas adictas al alcohol, al “speed” y a la cocaína-crack, los “poppers” o cualquier otra droga no inyectada, están más propensos que aquellos que no usan drogas a ser portadores del VIH y a convertirse en seropositivos. Aún aquellos personas que no usan drogas intravenosas están mas propensas a participar en actividades sexuales de alto riesgo. Muchos de los usuarios de drogas intravenosas (UDIs) primordialmente usan otras drogas no inyectadas. Cuando un UDI porta el VIH, compartir jeringas puede ser el factor de mayor riesgo, pero el uso de drogas no inyectadas, puede además propiciar conductas de riesgo. Por ejemplo, en un estudio de clientes en programas de tratamiento con “Methadone” que presentaban conductas de alto riesgo, se descubrió que los de mayor riesgo de infectarse con el VIH eran los que usaban cocaína-crack. Al hacer una encuesta a heterosexuales en programas de tratamiento de alcohol en San Francisco, CA se encontraron tasas de infección del 3% entre hombres no UDIs y no homosexuales y del 4% entre mujeres no UDIs. Estas tasas resultan considerablemente altas en comparación con otra encuesta a una población similar en la que los resultados fueron del 0.5% entre hombres y el 0.2% entre mujeres. Un estudio realizados a hombres homosexuales de la ciudad de Boston, MA encontró una estrecha relación entre el uso de inhalantes o “poppers” y la infección del VIH. Los hombres que tuvieron sexo anal bajo los efectos del inhalante estaban 4.2 veces más propensos a ser VIH positivos que los que no estaban bajo estos efectos al tener sexo anal. La cocaína-crack siempre ha estado estrechamente ligada con la transmisión del VIH. Al realizarse un estudio entre jóvenes adultos de 3 vecindarios urbanos que fumaban crack y que nunca se habían inyectado drogas, se obtuvieron tasas de infección del 15.7%. Los más propensos a tener la infección eran las mujeres que habían accedido a tener sexo sin protección a cambio de drogas o dinero y los hombres que tuvieron sexo anal con otros.